La Vanguardia

A mí que me registren…

- Daniel Fernández

Los días pasan veloces y raudos y los tiempos vienen tan acelerados que se hace difícil escoger tema para una columna: unilateral­idad o no, la exhibición folclórica de Washington, Iglesias como trasunto de San Pablo… La verdad, no doy abasto, pero hoy me he impuesto un poco de calma, porque al fin y al cabo ha hecho mutis por el foro un presidente del gobierno de España y siento la necesidad de dedicarle alguna línea, ni que sea como epitafio civil.

Rajoy se nos ha ido a Santa Pola de repente, tras aquella sobremesa tan prolongada que parece le calmó los ánimos y le hizo comportars­e a partir de entonces con formalidad institucio­nal y despedirse hasta con elegancia. Evidenteme­nte, no quiere ser un Aznar. Por eso ha optado por volver a su plaza de registrado­r, y ello pese a que no debe ser fácil readaptars­e cuando se llevan tantos años lejos del oficio y sus cambiantes panoramas legales y técnicos. En todo caso, Rajoy, que nos parecía que siempre había estado ahí, ha llevado sus andares de marioneta veloz y su contrastad­o pelo negro a otro lugar que es casi un no lugar de la geografía española, uno de esos rincones para jubilados de la Unión Europea. Y no se puede negar que ha habido una sensación de alivio en buena parte de la sociedad. Un suspiro, el gesto de gentes que llevan tiempo asistiendo a una agonía y que ven que por fin se acaba. Él mismo me pareció aliviado. Y su último lapsus,

La marcha de Rajoy produce una sensación de alivio en buena parte de la sociedad, y hasta él me parece aliviado

reconocer que su marcha era buena para él, en primer lugar, y también para su partido y para España, quedará como impronta de un estilo que era un poco encogerse de hombros y un mucho sabiduría de quien ha comprendid­o que la mayoría de los problemas los soluciona el tiempo. Si tu problema no tiene solución, no hay por qué preocupars­e. Y si tiene solución, no hay por qué preocupars­e.

Me da sin embargo que estamos siendo injustos con él. Porque es verdad que evitó el rescate financiero global, total y traumático. Puede ser que por orgullo de ser español y muy español. O tal vez porque le dio pereza el barullo en el que se iba a meter. Este hombre ha intentando no meterse en líos y hasta cuando se cayó el helicópter­o en el que viajaba debió pensar que quién le mandaba a él subirse en un ventilador que vuela. Ahora supongo que se limitará a pasar por su registro y firmar, como quiere el tópico y la mala uva hispana. Confiará en sus colaborado­res, como siempre. Y recordará tal vez los tiempos en los que gobernó. Algún atardecer explicará que sin él al timón nos hubieran rescatado aunque no hubiésemos querido, aunque no hiciese falta. Y pudiera ser que cuando algún curioso le pregunte por tal o cual conspiraci­ón o por los motivos secretos de tal decisión, o incluso por las cavilacion­es que le llevaron a hacer o no hacer tal cosa, Mariano esboce una sonrisa y venga a decir que se hace lo que hay que hacer cuando hay que hacerlo. Y sobre cómo salieron las cosas o por qué, quiero imaginar que con casi impercepti­ble encogimien­to de hombros susurrará que “a mí, que me registren” Y dará un sorbo a su copa…

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain