La Vanguardia

Y el resto, en la playa

- Jordi Basté LV

A las 16.30 el termómetro del coche marca 29 grados en el Garraf. El coche queda aparcado al lado de un Twingo verde cubierto el salpicader­o por un parasol con el dibujo del sensaciona­l Demonio de Tasmania. El sol se lanza a plomo y el calor, para los que somos de invierno, poco soportable. El calor saca todo lo peor de ti: el mal humor, el sudor, la baja autoestima. Pero, aun así, y por decreto familiar, te plantas en la playa a buscar una parte del territorio que dominas y colocar de una manera imperial unas toallas en diagonal, y unas sillas en diagonal con esas toallas en diagonal.

Pensando que no habrá nadie en la Cala del Chiringuit­o en Vilanova i la Geltrú me llevo una sorpresa porque, a la misma hora del España-Rusia, la playa roza el lleno.

“¿Y qué? No a todo el mundo nos gusta el fútbol”, dice un hombre de unos cuarenta años sentando en una silla leyendo un libro. Miro el título El hombre de tiza de CJ Tudor. Un grupo de adolescent­es (chicos y chicas que pasan del fútbol) juega a palas en la orilla, hoy que el mar anda un poco alterado. Quizás por eso sí que en el agua hay muy poca gente: una familia jugando con una colchoneta amarilla y un par de chavales con una enorme rueda negra que hace de salvavidas Por la arena oigo un grito ra- diofónico: “No me digas eso, Alfredo, no me digas eso”. Me acerco. Es la voz de Antonio Romero en la Ser narrando el final de la primera parte con Alfredo Relaño de comentaris­ta. Empate a uno en el descanso.

“Nada. Suerte que hemos decidido no verlo en el apartament­o”, dice Ricardo, un aragonés que con su mujer (los dos de unos cincuenta largos) escuchan el partido con un transistor (siempre la radio). Cerca, un nativo me explica que él pasa del Mundial porque se aburre con el fútbol de ahora. Me explica que la cala de la izquierda lleva el nombre de “independen­cia” y la de la derecha Sant Gervasi y es nudista. Cerca hay un grupo de chavales con una tableta: están mirando el fútbol bajo un parasol. “Aburridos pero nerviosos”, define uno de ellos el momento. Una hora más tarde vuelvo a Barcelona. En el coche pongo la radio. Comentan que, con la prórroga, la audiencia del partido por Tele5 se disparará. Seguro pero el lleno de la playa confirma que la mayoría de la ciudadanía no ve el Mundial. Otra mayoría prefiere, a esa misma hora, la playa.

Una playa de Vilanova i la Geltrú a las 16.30h, en pleno España-Rusia

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