La Vanguardia

Contra el incivismo turístico

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EN las páginas de este diario yen esta misma sección editorial hemos venido denunciand­o estos últimos tiempos las situacione­s de in civismo quede terminado tipo de turismo viene provocando en algunos barrios de la ciudad de Barcelona, especialme­nte en verano. Unode losmásafec­tados –por nodecir elquemás– es la Barcelonet­a.

Ensus estrechas calles, sea de día o de noche, las escenas de borrachera­s, ruidos, orines y vómitos se suceden cotidianam­ente, protagoniz­adas en la mayoría de los casos por el llamado turismo mochilero, por ese visitante que llega creyendo que la ciudades suya y que puede hacer en ella todo lo que plazca pero que sería inimaginab­le que hiciera en su población de origen. Y ello es posible, entre otras causas, porque la actuación municipal para frenar e impedir estas actitudes es escasa, cuando no nula.

En el caso de la Barcelonet­a, además, la locura de los precios de los alquileres turísticos y la existencia de muchos pisos turísticos ilegales añaden más gravedad ala situación. Oficialmen­te el barrio sólo cuenta con 72 apartament­os turístico s con licencia, pero vecinos y hoteleros calculan que se ofertan más de 500 por los que selle gana pagar hasta 3.500 euros al mes. Ante esta situación, los vecinos de la Bar celo neta se han venido rebelando y protestand­o regularmen­te desde el año 2014. Ahora vuelven a hacerlo a través de la asociación de vecinos, ala que se ha unido el Gr em id’ Hotels.Amb os han redactado un manifiesto conjunto en el que piden al Ayuntamien­to la erradicaci­ón de todas las ofertas de pisos ilegales, que las plataforma­s intermedia­rias validen la legalidad de los productos ofertados y que se arbitren mecanismos efectivos de control, detección y pena liza ción de toda actividad ilegal.

El modelo turístico actual aleja a los vecinos del barrio ante la imposibili­dad de asumir el precio de los alquileres. Las críticas de los afectados apuntan directamen­te al Consistori­o, al que acusan de no saber regular un problema que, según creen, el propio Ayuntamien­to ha propiciado, y temen que la situación empeore este verano.

¿Cuál sería la solución? No existen recetas mágicas, pero evidenteme­nte habría que apostar y promover claramente un modelo de turismo de calidad, el turismo familiar, el cultural, el gastronómi­co, cuyo a porte económico a la ciudades muy superior al que origina ese turista in cívico quesea dueña de las calles.

El problema no es el turismo sino saber gestionarl­o. No se trata de rechazar a determinad­o visitante sino de encontrar soluciones globales que permitan conciliar los derechos y los intereses de todos. Hay que definir y regular el modelo turístico, pero está claro que el visitante incívico no debe tener cabida en nuestras calles.

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