La Vanguardia

Privilegio de sangre

- Pilar Rahola

Un usuario llamado @Karl3Marx, envió un certero tuit al hashtag #elva-llenosetoc­a, que agrupa a los defensores del Valle de los Caídos. Decía: “Mientras España tenga a Federico García Lorca en una cuneta, y a Franco en un mausoleo, el país entero seguirá siendo un monumento a la ignorancia”. La frase es tan demoledora por lo que dice como por la simplicida­d con que lo dice, porque retrata, con precisión de cirujano, el tumor del Estado español.

El franquismo no es un simple capítulo de la historia negra de España, es un sistema social, un entramado económico y un marco mental que se forja en los siglos anteriores, se consolida en el XX y se proyecta en el XXI. Es decir, Franco no inventó el franquismo –o ninguna de sus variantes, desde el falangismo hasta el imperialis­mo o el ultranacio­nalismo–, sino que fue su discípulo más aplicado. Y por ello, la bestia ideológica no murió con la muerte del tirano, sino al contrario, se perpetuó con considerab­le buena salud. Es esa buena salud la que explica un hecho justamente inexplicab­le en la Europa democrátic­a: que se mantenga un mausoleo laudatorio a un dictador que, desde su llegada al poder, causó centenares de miles de muertos. No se debe olvidar que, según la Asociación de Recuperaci­ón de la Memoria Histórica, España es, después de Camboya, el país con más desapareci­dos del mundo, “con 114.226 personas que perma-

El franquismo es un sistema social, un entramado económico y un marco mental forjado en siglos

necen en fosas comunes, algunas con más de mil personas dentro, sin haber sido identifica­das y enterradas dignamente por sus familias”. Este hecho malvado e insólito sólo se puede sostener, en democracia, si hay un sustrato social que lo considera normal.

De esta misma naturaleza es la noticia que ayer publicaba el BOE: la concesión del título de duquesa de Franco, con Grandeza de España, a la nieta del dictador, Carmen Martínez-Bordiú. La nietísima no tendrá que pagar nada por la herencia del título que ostentaba la madre, porque el decreto de concesión fija la exención del pago de impuestos en la primera transmisió­n. El decreto fue firmado por el ministro Rafael Catalá el mismo día en que se estaba haciendo la moción de censura, el último firmado antes de ceder el ministerio. Es decir, también en este caso, lo dejó todo bien atado... Si a todo ello añadimos el escándalo de la venta del Pazo de Meirás y los privilegio­s que han tenido los Franco durante toda la democracia (exención de impuestos durante años y pasaporte diplomátic­o incluidos), queda claro que España no se ha vacunado contra la maldad de su pasado negro. Este duquesado, forjado en el braguero de una dictadura violenta, es un insulto más a la memoria de miles de seres humanos, cazados como conejos por los pueblos de España, asesinatos en las cunetas de los caminos, y enterrados en la cal viva de la desmemoria. Es un duquesado de sangre, que una ociosa y privilegia­da repipi disfrutará, para vergüenza de la decencia.

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