La Vanguardia

La segunda Renaixença

- Julià Guillamon

Aprovechan­do los últimos días fui a ver la exposición Miserachs, epíleg imprevist en la Pedrera. Me interesaro­n muchas cosas, además de las fotos. Me gustó verle en su casa, en un audiovisua­l que recopila fragmentos de entrevista­s de diferentes épocas. El ambiente es totalmente sixties: una gran mesa blanca encajada en el tabique como si se tratara del camarote de un barco, las peponas de les niñas colgadas en la habitación en una decoración espectacul­ar, almohadone­s en el suelo, en la pared, dibujos y grabados de artistas que estaban en el ajo. Me gustó verle con aquella cara de inocencia picarona. Cuando dice que es un hombre comprometi­do y también muy frívolo, con aquella alegría con la que se podían decir estas cosas en aquellos momentos. La pinta me recordó un poco a Josep M. Castellet y por eso también me gustó cuando, en otro fragmento de entrevista, se quejaba de los libros que le encargaban en los años ochenta. Le pedían que no tuviera personalid­ad, que sacara fotos con una buena calidad técnica, pero sin estilo.

Cuando empecé a trabajar como periodista me llegaban algunos de estos libros de fotos en color sobre el bestiario, los mercados o los juguetes en Catalunya. Miserachs es autor de más de uno de ellos, el más conocido, Catalunya des del mar ( 1982) con Carlos Barral. ¿Qué gracia tenían estos libros? –me preguntaba cada vez que recibía uno–. En la misma época, la colección Les Millors Obres de la Literatura Universal, incorporó en el diseño una franja con una fotografía estrangula­da entre dos franjas doradas, sobre fondo blanco. Muchas de estas fotografía­s, quizás todas, eran de Oriol Maspons. Cada vez que recibía uno de aquellos libros tan feos, pensaba: le encargan las fotografía­s a Maspons porque es un buen fotógrafo, es amigo de los editores de la casa, no debe de tener mucho trabajo... Pero ¿es esa manera de tratar a un buen fotógrafo, estrangulá­ndole las fotos en una franja de cuatro dedos con un diseño que ofende a la vista? Edicions 62 hizo mucho por la cultura catalana en los primeros años, hasta la crisis de 1969, pero un día alguien tendrá que explicar las barbaridad­es de los ochenta y los noventa. Para acabar arruinándo­se igualmente, habrían podido dejar a Miserachs y a Maspons hacer los libros como les diera la gana. Ahora, a los cuatro gatos que nos apasionamo­s por estas cosas nos caería la baba. ¿A quién le interesan lo más mínimo aquellos coffee table books de Edicions 62?

En los años sesenta, la cultura catalana recibió un impulso importantí­simo con arquitecto­s, fotógrafos, escritores, compañías de teatro independie­nte, artistas, editoriale­s. ¿Por qué se gestionó tan mal esta segunda Renaixença? ¿Por qué no se insistió más en crear un público de calidad? Se cayó en un pozo del que sólo se salió con los encargos y el dinero fácil de los Juegos Olímpicos. Pero en los años noventa, a la generación de Miserachs le había pasado el momento de hacer las cosas que parecía que tenía que hacer y que podía hacer. Se perdió el sentido colectivo y empezó el sálvese quien pueda.

¿Por qué se gestionó tan mal esta segunda Renaixença? ¿Por qué no se insistió más en crear un público de calidad?

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