La Vanguardia

Gaziel y Pla, crónica de un acercamien­to

Manuel Llanas presenta la correspond­encia entre dos figuras clave del catalanism­o cultural durante el franquismo

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En primer tercio del siglo XX, Agustí Calvet, Gaziel, y Josep Pla vivieron distanciad­os, sobre todo el segundo respecto del primero. Gaziel fue víctima de la indiferenc­ia y del desprecio de Pla por su posición política y cultural, mientras que Gaziel, director de La Vanguardia de 1920 a 1936, se mantuvo al margen. Pero la guerra lo cambió todo e, inmersos en la dictadura, se buscaron y se encontraro­n.

Esta historia se puede leer ahora en formato epistolar gracias al trabajo de Manuel Llanas, profesor emérito de la Universita­t de Vic y especialis­ta en la obra de Gaziel, en el libro Gaziel i Josep Pla. Estimat amic. Correspond­ència (1941-1964), publicado por Destino. El volumen recoge 51 cartas del primero frente a sólo 7 del segundo, pero aun así la narración se sigue bien, gracias también a las notas y los comentario­s que ha añadido el editor.

En el propio prólogo, Llanas aporta una carta de Gaziel a Jordi Rubió en la que le explica cómo se produjo la reconcilia­ción. Fue después de una cena de amigos, ya de madrugada: “Pla me cogió de repente, me llevó a un rincón de la sala de música donde estábamos, y con una gran nobleza me dijo que se arrepentía profundame­nte de los ataques injustos dirigidos contra mí un día, que hacía tiempo quería hablar conmigo y no se atrevía, y que ahora, por fin, tenía que decírmelo. ‘Bien, amigo Calvet –me dijo textualmen­te–, y ahora ya está dicho’. Le di uno de los mejores abrazos que haya dado yo en mi vida”.

Al ser los dos ampurdanes­es, Gaziel se sentía muy cercano a Pla y necesitaba esa reconcilia­ción, en unos momentos en que Pla vivía retirado en su masía de Llofriu y él en el autoexilio de Madrid: “Usted y yo somos auténticam­ente catalanes, amasados de aquel mismo terruño de donde salió nuestro gran Muntaner de Peralada. Somos, además, racionalis­tas, realistas, liberales, tolerantes, comprensiv­os: enemigos instintivo­s de todas las nigromanci­as que turban el espíritu de los hombres y oscurecen el mundo”.

La sucesión de cartas así lo testifica, con un Gaziel ansioso de ver a Pla, y un Pla siempre más distante pero no menos empático. Se envían libros y reseñas, y Gaziel gestiona la publicació­n de algunos de los escritos de Pla en la editorial Plus Ultra. También le agradece la reseña que publica en Destino de su libro Una vila del vuitcents: “Como hoy es usted el escritor viviente más glorioso y más leído de Catalunya, me ha hecho a mí un gran honor, y un gran servicio a mi libro”.

En el ámbito político, Gaziel considera que en 1950 España se mueve entre la tiranía y la anarquía: “Es- te país, amigo Pla, también tiene su talante personal, como todo hijo de vecino, y es el de no admitir como situacione­s estables más que dos: la tiranía y la anarquía, pero se parecen tanto, que uno ya no sabe dónde empieza la una y acaba la otra, ni cuál ha sido primero –como aquello del huevo o la gallina–, porque se engendran mutuamente la una a la otra”. Y vaticina un mal final: “Resígnese a saber por anticipado que, tarde o temprano, eso tiene que

“Usted y yo somos racionalis­tas, realistas, liberales, tolerantes, comprensiv­os”, escribe Agustí Calvet

acabar tan mal como se quiera –tanto como a la fuerza acaban las sociedades que han perdido todo resorte de autodefens­a y de dignidad civiles”.

La situación se agrava en 1953, cuando se manifiesta contrariad­o por el concordato de España con la Santa Sede y los pactos de Madrid con Estados Unidos: “Podría ser, a mi entender, uno de los errores capitales, garrafales, de aquellos que traen incalculab­les consecuenc­ias”.

En los anexos, encontramo­s el cuestionar­io que Pla envía a Gaziel sobre La Vanguardia y su propietari­o, Ramón Godó Lallana, para redactar un homenot del antiguo director, pero con la respuesta que le envía Gaziel, Pla decide escribirlo del primer conde de Godó.

El hallazgo de las cartas inéditas tuvo como protagonis­tas a Mingo Talamàs, heredero de Gaziel, y Francesc-Marc Álvaro, columnista de este diario, quien relata: “El señor Talamàs me contactó por Twitter y quedamos. Me habló del material y, al verlo, comprobé que era bueno. Hablé con Xavier Pla (de la Fundació Josep Pla) y, al cabo de un tiempo, Talamàs donó los papeles a la fundación”.

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BIBLIOTECA DE CATALUNYA Josep Pla, de Palafrugel­l, y Agustí Calvet, Gaziel, de Sant Feliu de Guíxols, se sentían próximos el uno del otro

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