El auge de ‘Mini-Foppa’
Sobre el terreno de juego, Emil Forsberg dirige a la inesperada Suecia
Emil sólo podía ser futbolista. Su abuelo lo fue, y como se llamaba Forsberg, un apellido bastante común en Suecia, los compañeros le empezaron a pedir la pelota al grito de Foppa. Sucedió que Foppa tuvo un hijo también futbolista, así que para no repetirse (al estilo de Neymar y Neymar júnior) le apodaron Lill Foppa, que traducido al castellano significa pequeño Foppa.
Ocupado en procrear, manía muy entendida entre el género humano, Lill Foppa tuvo descendencia. Y ahí entra en juego Emil, nuestro Forsberg de hoy, que como ya se sabe se hizo también jugador de fútbol, el que ha llegado en realidad más lejos de toda la dinastía Forsberg. En Suecia hay quien tira de cachondeo y le apoda MiniFoppa y él, cada vez más suelto con los medios de comunicación tras unos primeros años de cierta timidez, sigue la corriente. “Mi hijo si es jugador será Mikro-Foppa”.
En esos inicios de carrera, cuando abusaba de tópicos, por Emil Forsberg, nacido en Sundsvall hace 26 años, nadie daba una corona. No era mal jugador, pero apenas llamaba la atención. En Suecia o se explota pronto o no se explota, se suele detectar rápido el talento para emigrar hacia Holanda, el destino más natural o, para los más suertudos, hacia Inglaterra y cada vez más a Alemania. Pero Emil Forsberg ascendió del Sundsvall al Malmö, el club con más títulos de liga, más bien gracias a la habilidad de su representante, porque como centrocampista era del montón. De buena técnica y esforzado, como ahora, pero sin las dimensiones de ahora.
En el Malmö su figura empezó a crecer. Rodeado de mejores jugadores, se le recuerda sobre todo por un gol que clasificó al club para la Champions. Y aunque no había recibido aún la llamada de la selección nacional, su nombre empezó a hacer- se un sitio y el Leipzig le echó el lazo. Fue allí donde explotó.
La metamorfosis entre el Forsberg de fútbol administrativo del pasado y el que hoy se ha consagrado en el Mundial, mucho más creativo, ofensivo y trascendente, llegó de la mano de Ralf Rangnick, un entrena- dor de cierto prestigio en Alemania por sus trabajos en el Schalke o el Hoffenheim. Forsberg cogió la manija del Leipzig con una determinación desconocida en él y sus números en goles y asistencias se dispararon de tal manera que, esta vez sí, Suecia le convocó para jugar los últimos partidos de clasificación para la Eurocopa del 2016. Llevaba tal carrerilla que su intervención resultó decisiva ante la selección de Dinamarca, anotando un gol.
Esta última temporada en el Leipzig, sin embargo, ha sido la peor, un frenazo inesperado que no hacía prever su destacado papel en Rusia. Un análisis superficial atribuiría el bajón a las lesiones, sí, pero quienes le conocen encuentran razones anímicas a su bajo rendimiento. En el verano del 2017, atraídos por su fenomenal campaña, llamaron a su puerta clubs de gran tamaño como el Arsenal, el At- lético o la Juve pero los amos del Leipzig, club rico que sólo ha accedido a desprenderse de Naby Keita por un dineral (Liverpool), le tasaron a un alto precio y Forsberg se deprimió. Dos goles y dos asistencias hablan de una campaña horrenda, impropia de su progresión.
El Mundial, con su liderazgo en el centro del campo de Suecia y su decisiva diana contra Suiza, devuelve al escaparate a este futbolista. Habrá que ver si el Leipzig resiste otra vez.
Pero si no hay contraorden seguirá allí junto a su mujer Shanga Hussein, futbolista del equipo femenino del Leipzig a quien conoció de adolescente, y continuará soportando el chiste que se propagó en su país desde que empezó a destacar. Le preguntaran lo que le preguntaran siempre contestaba lo mismo. “Para mí es divertido jugar a fútbol”. En esas sigue.
El centrocampista explotó tarde de la mano del técnico del Leipzig Ralf Rangnick
Cuando se iniciaba siempre respondía lo mismo: “Para mí es divertido jugar a fútbol”