La Vanguardia

El Brasil de Neymar también se va.

La ‘canarinha’, con un flojo Neymar, sucumbe ante el vértigo del equipo de Robert Martínez

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Kazán Enviado especial

La selección de Bélgica dio ayer la sorpresa al eliminar del Mundial al Brasil de Neymar. El equipo belga jugará una de las semifinale­s contra Francia, que horas antes se deshizo de Uruguay.

Una marea roja se abrazaba sobre el césped. Gritaban alborozado­s, celebraban eufóricos. Acababan de mandar a casa a Brasil. Los belgas habían obtenido el billete para semifinale­s. Porque este Mundial asombroso tampoco será el de la canarinha. Este torneo sorprenden­te no verá la coronación de Neymar, que se mostró lejos de su mejor versión, que buscó engañar al colegiado y que tuvo en sus botas el empate en el último suspiro. El gigante Courtois se cruzó en su camino. El exazulgran­a ha de reflexiona­r porque desde que dejó el Barça en busca del trono del fútbol sólo ha hecho que retroceder. En el cómputo general del duelo la seleçao hizo méritos para no perder pero el conjunto del catalán Robert Martínez fue más eficaz y atesoró la fortuna necesaria en los momentos clave, como en el 0-1, gol en propia puerta del desdichado Fernandinh­o. Aunque no hay que restar méritos a Bélgica, que ha ganado todos sus partidos, que tiene pólvora y arte con Lukaku, Hazard y De Bruyne, autor del segundo gol de la noche, y que buscará el pase a la final el martes en San Petersburg­o contra Francia. Sólo quedan dos campeones, los bleus e Inglaterra.

El partido se presentaba repleto de alicientes y no decepcionó. Se presumía un pulso de poder a poder entre dos equipos con dinamita. La historia estaba del lado de Brasil, pero la generación de oro belga llegaba en un buen punto de cocción. Tite no sorprendió y puso al once previsto, con el regreso de Marcelo al costado izquierdo y la inclusión de Fernandinh­o (nefasto) por Casemiro, al que la seleçao echó de menos. Robert Martínez, en cambio, metió a Fellaini en una posición retrasada y contó también con Chadli, aunque lo que produjo más confusión en el entramado brasileño fue la movilidad de las tres figuras de Bélgica. De Bruyne se ubicó como falso nueve, Lukaku caía a la derecha y Hazard a la izquierda pero sin estar fijos, con movilidad.

Sin embargo, cuando arrancó el encuentro nada hacía presagiar que sería Brasil la que amagaría y Bélgica la que sacudiría. En la grada había ritmo de sambódromo y en el campo, también. Cantaba la torcida y su equipo se manejaba con decisión. Todo se trastocarí­a después pero al principio la música de la canarinha era la adecuada. Hasta que llegaron dos acciones en las que el partido comenzó a virar. La primera, un córner peinado por Miranda y rematado con el muslo por Thiago Silva. El esférico, a cámara lenta, se estampó en el poste. La segunda, un saque de esquina en la otra área que botó Chadli, que prolongó Kompany y que se introdujo en su portería Fernandinh­o.

Vencía Bélgica, el escenario ideal para el equipo de Martínez, esa selección tan Premier a la que gusta jugar de campo a campo con velocidad y electricid­ad. Con muchos espacios, perfecto para pintar este lienzo.

Trató Brasil de reaccionar, sobre todo con la coctelera de Marcelo. Pero los líderes brasileños no aparecían. Neymar estaba fatal, perdía todos los duelos y se le notaba incómodo. Mientras, Coutinho lo probaba desde lejos y se topaba con la seguridad de un portero de la solvencia de Courtois. El blaugrana tuvo una noche muy anodina.

El partido no frenaba y los de Martínez amenazaban. No se conformaba­n. Eran como el tiburón que huele la sangre en el océano y que no está dispuesto a dejar pasar el festín. Así lo interpretó con una maniobra genial Lukaku. Dejó atrás a un par de rivales y abrió a la derecha para De Bruyne. El jugador del City colocó el balón donde puso el ojo. Chut cruzado imposible para Alisson.

Brasil había recibido un gol en todo el campeonato y en sólo media hora ya perdía por 0-2 ante el equipo más realizador del Mundial. Sonaban todas las alarmas y la sombra del 1-7 de Alemania en Belo Horizonte emergía por momentos. De Bruyne rozaba el tercero con una falta y los intentos de larga distancia de Marcelo y Coutinho encontraba­n los guantes de Courtois.

Los de Tite necesitaba­n un golpe que les devolviera el karma y, sobre todo, requerían que Neymar se manifestar­a. Lo intentaría pero sólo se entonó en el último tramo.

Aún no estaba todo perdido para la canarinha y Tite puso más caballería con la entrada de Firmino y luego recurrió a Douglas Costa en busca de agitación. Quitó a Gabriel Jesús que en su última jugada protagoniz­ó un lance polémico. Cayó en el área ante Kompany. De la revisión se deriva que pudo haber penalti pero el VAR no lo determinó así. En todo caso, dejó más dudas que dos ridículos piscinazos de Neymar.

Pasaban los minutos y no cambiaba nada. Excelente noticia para Bélgica, que gozaba por medio de Hazard de otra excelente oportunida­d. Por eso Brasil buscó cambiar de lado para alimentar a Douglas Costa, que probó dos veces fortuna para ver cómo Courtois no dejaba resquicios. No daban con la tecla los brasileños, que ya preparaban su funeral deportivo pero que morirían con una reacción gracias a un testarazo magnífico de Renato Augusto, que acababa de entrar. 1-2, tembleque para los belgas y el propio Renato y Coutinho se quedaron cerca del empate. Como Neymar, cuyo referido remate final lo desvió Courtois. Naufragó en la orilla Brasil, sobrevive orgullosa Bélgica. La sangría de favoritas nunca acaba.

SIN PREMIO AMARILLO Un gol en propia puerta y otro de De Bruyne condenaron a la ‘seleçao’, que reaccionó al final

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EMMANUEL DUNAND / AFP
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