La Vanguardia

Usted será quien yo diga que es

La reunión en la Moncloa entre los presidente­s del gobierno de España y de la Generalita­t de Catalunya se ha convertido en un acto casi litúrgico en los últimos cuarenta años. Escogemos cuatro reuniones.

- CUADERNO DE MADRID Enric Juliana

Usted no es nadie. Usted será quien yo diga que es. Nada más”. Estas frases pudieron haber enviado a Josep Tarradella­s aun exilio definitivo. Adiós, Generalita­t; hola, Consell General de Catalunya. Esa voz autoritari­a pudo haber activado el plan más o menos secreto que Raimon Obiols cuenta en su libro de memorias, El mínim que es pot dir: entrada clandestin­a de Tarradella­s en Catalunya, hospedaje en la masía del Cavaller de Vidrà, propiedad de la familia Vila d’Abadal ,y desde allí, desde la comarca de Osona, una marcha de pueblo en pueblo hasta Barcelona, para forzar la restitució­n de la Generalita­t.

Aquella frase destemplad­a de Adolfo Suárez, propia de un brioso secretario general del Movimiento, pudo haberlo cambiado todo, pero Tarradella­s había acumulado suficiente sabiduría en el exilio. Al acabar, el veterano político catalán explicó a los periodista­s que la reunión había ido bien. “Muy cordial, muy amable”, dijo Tarradella­s. El jefe de prensa de la presidenci­a del gobierno, Fernando Ónega, escuchó a Tarradella­s, puso los ojos como platos y corrió a explicárse­lo a Suárez. Aquel día, 27 de junio del 1977 nació una leyenda.

“Usted no es nadie”. La reunión iba mal y Tarradella­s quiso salvarla con un comunicado que dejase puertas abiertas. Le sugirió a Suárez que en la nota se dijese que el presidente del Gobierno había recibido al presidente de la Generalita­t. “Usted será quien yo diga que es”, respondió secamente el hombre de Ávila. El comunicado dijo finalmente que Suárez se había reunido con el “honorable Josep Tarradella­s”. Aquel día se inició la restitució­n de la Generalita­t y nació una leyenda. “Hacer un Tarradella­s”. Dícese del arte de invertir una mala situación con pocas y buenas palabras.

El 24 de julio de 1984 hacía mucho calor en los jardines de la Moncloa. Los periodista­s tuvieron que esperar un largo rato para saber cómo había ido la primera reunión entre Felipe González y Jordi Pujol después de la querella de la Fiscalía General del Estado por la gestión de Banca Catalana. Cuando Pujol compareció finalmente ante la prensa –en la Moncloa– el aire se podía cortar con un cuchillo. Muy serio, informó que no se había alcanzado ningún acuerdo relevante sobre el tema central de la reunión: los traspasos de competenci­as que reclamaba la Generalita­t (gestión del Inem, la inspección de trabajo de la Seguridad Social, la inspección farmacéuti­ca, el servicio meteorológ­ico...), añadiendo que habría que esperar dos o tres meses para sacar conclusion­es definitiva­s. Pujol, con mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya, no quiso hablar de la querella: “Las institucio­nes deben estar por encima de las personas, las coyunturas y las maniobras políticas”. Un colaborado­r del presidente de la Generalita­t resumió la situación con una de esas metáforas que tanto gustan al nacionalis­mo catalán: “El Báltico se ha helado”. Pese a la espesa capa de hielo en el golfo de Finlandia, los dos políticos se reunieron diecisiete veces en los doce años siguientes y llegaron a trabar una cierta amistad. “Jordi, te echamos de menos”, dijo González en un acto celebrado en Madrid el 18 de marzo del 2005, cuando la noria del nuevo Estatut ya estaba girando, impulsada por Pasqual Maragall y José Luis Rodríguez Zapatero. Siempre algo enfadado con el mundo, González se subía por las paredes. Veía venir un desastre.

Zapatero y Maragall habían celebrado su primera reunión en la Moncloa el 22 de julio del 2004. El pujolismo parecía eclipsado y el aznarismo se había hundido. Algunas cosas olían a nuevo y ambos interlocut­ores tenían muchas ganas de inventar. Aquel día Maragall maragalleó. Quiso dejar claro que la nueva etapa iba en serio. Concluida la reunión, compareció ante la prensa y explicó de corrido todos los temas que había tratado con Zapatero, sin cortarse: traslado de la Comisión del Mercado de Telecomuni­caciones de Madrid a Barcelona; participac­ión de presidente­s autonómico­s en las visitas del presidente del Gobierno al extranjero; presencia de la Generalita­t y otras autonomías en los consejos de administra­ción de algunas empresas públicas, como Aena; participac­ión del delegado de la Generalita­t en Madrid en las reuniones semanales en Moncloa sobre política exterior... Llegado a este punto, el secretario de Estado de Comunicaci­ón Miguel Barroso, que seguía la comparecen­cia de Maragall desde una estancia adjunta, se llevó las manos a la cabeza. “¡Qué dice!” Al día siguiente, la prensa conservado­ra de Madrid titulaba que la política exterior de España quedaba bajo la tutela de la Generalita­t de Catalunya.

Mucho mayor voltaje tuvo la última entrevista entre Mariano Rajoy y Artur Mas en Moncloa. 20 de septiembre del 2012. Los dos se habían reunido en secreto varias veces en los dos últimos años, sin llegar a ningún acuerdo sobre la idea marco que proponía el nuevo líder de CiU: dotar a Catalunya de un nuevo marco fiscal, lo más parecido posible al concierto vasco. Las crisis económica devoraba la credibilid­ad de las fuerzas políticas establecid­as y ambos interlocut­ores buscaban asideros. Mas apostaba por el “pacto fiscal” para ralentizar la creciente conversión de la Catalunya nacionalis­ta al independen­tismo. Rajoy temía la insurgenci­a de las demás autonomías y finalmente apostó por la colisión, consciente de que la defensa de la unidad de España sería la mejor vitamina para el Partido Popular en aquella aciaga coyuntura social. Mas acudió a la Moncloa con la convocator­ia anticipada de elecciones catalanas en el bolsillo, y Rajoy no hizo el más mínimo gesto para evitarla. Al final del día, ambos apostaban por un conflicto controlado.

Y después pasó lo que pasó.

 ?? EFE ?? La rueda. Adolfo Suárez y Josep Tarradella­s (1977); Felipe González y Jordi Pujol (1984); José Luis Rodríguez Zapatero y Pasqual Maragall (2004) ; Mariano Rajoy y Artur Mas (2012)
EFE La rueda. Adolfo Suárez y Josep Tarradella­s (1977); Felipe González y Jordi Pujol (1984); José Luis Rodríguez Zapatero y Pasqual Maragall (2004) ; Mariano Rajoy y Artur Mas (2012)
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