La Vanguardia

La ansiedad por agotamient­o

- Llucia Ramis

Ha sido un curso agotador. Desde los atentados del 17 de agosto, las emociones no han dado tregua. Cada jueves ocurría algo relevante que se prolongaba hasta el fin de semana, lo que suponía trabajo extra para los periodista­s y desconcier­to para los demás. Todo ha ido muy rápido. Y la necesidad de obtener informació­n a la vez que sucedía –o de adelantarl­a cuando nadie sabía lo que iba a ocurrir– ha generado un estado de alerta permanente. De incertidum­bre insoportab­le.

La ansiedad es una respuesta de anticipaci­ón involuntar­ia del organismo. Causa inquietud y mucha insegurida­d. En un ataque de pánico, el cuerpo reacciona ante una amenaza quizá ficticia que parece inminente. Se te aceleran el corazón y la respiració­n, tus músculos se tensan, preparados para salir corriendo. Si no te ha pasado antes, puedes confundirl­o con un infarto. El vértigo te hace perder el equilibrio. Quieres llorar y vomitar y desaparece­r. Cuantas más responsabi­lidades tengas y mayor sea tu exposición, más te costará controlar la situación. Intentar controlarl­a, de hecho, la empeora. Actuarás como ese malabarist­a al que se le cae una pelota. Pierde el ritmo. Y adiós.

Tuve mi primer ataque en selectivid­ad, el segundo a los veintitrés años, el tercero a los treinta y ocho. Luego aprendes que, así como unos tienden a la lumbalgia o la acidez, otros tenemos un exceso de imaginació­n mal gestionada y bastante ego. Creemos que podemos con todo, siempre hemos podido con todo. Cada nueva exigencia es un reto, no sabemos decir que no, queremos gustar y que nos reconozcan por hacer las cosas bien. Queremos ser los mejores. Pero es inevitable: habrá a quien le caigas mal, habrá quien te señale, cuestione, infravalor­e, critique, incluso insulte. De repente estarás dando explicacio­nes o justificán­dote, dudando, pensando que tú no eres así o que ya no puedes más. Pero tampoco puedes rendirte ahora, no puedes aflojar. No puedes permitírte­lo. Y entonces te rompes.

Normalment­e llegamos a julio faltos de energía, parece que agosto se burle de nosotros, tan lejos todavía. Esta vez algunas personas cercanas se han retirado antes porque, aun siendo fuertes y muy competente­s, no son máquinas. Volverán, sólo necesitan un descanso, tomar aire, ver su propia vida con la perspectiv­a que ofrece el tiempo para uno mismo. La ansiedad convierte tus éxitos en un temor constante, te impide disfrutar de lo que haces; eso que te apasiona tanto que se lo das todo. ¿Vale la pena?, te preguntas. ¿Tiene sentido? La presión se asoma peligrosam­ente a la depresión.

Este curso, además de un estado mental, la ansiedad ha sido social. Aunque evitarla es difícil, hablar de ella ayuda. No es un consuelo de tontos. Es entenderno­s mejor. Como pasa con casi todos los tabúes. Parar no denota un fracaso, sentir tampoco. Al contrario, es humano. Y estamos olvidando que lo somos.

En un ataque de pánico, el cuerpo reacciona ante una amenaza quizá ficticia que parece inminente

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain