Rufus reina en Peralada
El cantautor ofrece un concierto ante 1.200 espectadores con éxitos y canciones inéditas
En 1998 Rufus Wainwright debutaba con un álbum homónimo en el que, por cierto, figuraba una melancólica pieza titulada Barcelona. Aquel disco no fue un gran éxito comercial, pero llamó la atención de muchos por sus remarcables mimbres musicales. Hijo de la cantante quebequesa de folk Kate McGarrigle y del cantautor estadounidense Loudon Wainwright III, Rufus descorchaba de este modo una carrera musical sobresaliente. Se equivocaba el tanguista cuando cantaba que veinte años son nada: son y dan para mucho; nuestro protagonista los ha empleado la mar de bien, y sin limitarse al universo pop, ya que su recorrido incluye también aventuras en el mundo de la ópera (el próximo mes de octubre estrenará la segunda, que tratará sobre el emperador Adriano).
Aunque su trabajo en materia operística le ha absorvido bastante últimamente, Rufus Wainwright no ha renunciado a su faceta de cantautor pop. Como aperitivo de la gira de conmemoración de sus veinte años de carrera que empezará en noviembre (All these poses), ayer por la noche el artista se presentó en tierras ampurdanesas en formato íntimo –solo con el piano y la guitarra–, para gran satisfacción de las cerca de 1.200 personas que no quisieron perderse su comparecencia en el Festival Castell de Peralada. Vestido con unos tonos dorados y luciendo barba canosa, dio inicio a la gala con el teclado entre manos reviviendo Beauty mark, tema perteneciente a su primer trabajo de 1998. “¡Que sitio más bello!”, exclamó a modo de primer saludo. Siguió el recorrido con piezas ya facturadas en el siglo XXI como Vibrate y Memphis skyline, su homenaje al recordado Jeff Buckley.
La trayectoria acumulada dotó comprensiblemente a su recital de un cierto sesgo antológico, lo que no evitó que quisiera obsequiarnos también con algunas miradas de futuro. Todavía en el primer tercio de su actuación, Rufus Wainwright cantó guitarra en ristre Peaceful afternoon, tema de nueva escritura dedicado a quien es su marido desde 2012, Jörn Weisbrod, y destinada a su próximo disco; también cantó la flamante y solemne Early morning song al piano. A eso de medio concierto, hizo algo de promoción de su faceta operística vía Les feux d’artifice t’appellent, y a renglón seguido cayó el primer gran hit de la noche, Gay messiah, tema de pelaje autobiográfico incluído en su cuarto álbum, Want two, publicado en el 2004.
Rufus Wainwright siguió desplegando talento y simpatía en Peralada, dando a conocer nuevos inéditos como Only the people that love, una hilarante Trump song ,o la muy delicada Alone time. También cayeron temas tan emblemáticos de su trayectoria como Montauk –dedicado a su hija–, Cigarettes and chocolate milk , y la muy ovacionada por parte del público Going to a town. Todo ello junto a las habituales alusiones a Leonard Cohen, con su espléndido Hallelujah, que ocupó una posición central en la tanda de bises. Antes de retirarse, el artista nos convocó para el próximo año en Barcelona, donde actuará con su banda. Allí estaremos, maestro.
En el concierto se mezclaron piezas pop con temas de la faceta operística del cantautor norteamericano