SÁNCHEZ MUESTRA SUS CARTAS
Sánchez ha tenido un breve periodo de gracia, con la crisis del PP y el shock de Cs por el retroceso en los sondeos; pronto los tendrá en plena oposición
Un repaso a las primeras decisiones del presidente Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez sabía que no tendría cien días de gracia al inicio de su mandato y pisó el acelerador en sus primeras medidas; el objetivo era recuperar la ilusión del electorado socialista y tranquilizar al votante del PP y Ciudadanos. La reciente gira europea le ha dado también un papel protagonista en los centros de poder de la UE, donde España ha llevado la iniciativa en asuntos clave como la gestión de la inmigración y los refugiados. Reforzar su perfil de estadista era la segunda parte del plan de seducción urgente que el presidente despliega desde su llegada a la Moncloa. Sabe que pronto se reactivará la oposición. Cs encontrará el tono. Y el PP entrará fuerte, en cuanto tenga su nuevo liderazgo.
La oposición, a punto. Sánchez llegó al poder a mitad de mandato y sin haber ganado unas elecciones. La oposición debería estar plenamente activa, sin dificultad para marcarle desde el primer día, pero el presidente ha tenido una versión reducida de los cien días de gracia que se dan como cortesía política. “El problema de Cs es que ha cambiado el marco y le cuesta encontrar el tono más allá del tema nacional. Con la renovación de la dirección de RTVE ha aprovechado para vincular a Sánchez con Podemos y los independentistas, pero está teniendo dificultades. El PP, en cambio, utilizará un tono muy similar al de la oposición a Zapatero, y más siendo el grupo mayoritario en el Congreso, pero no podrá entrar fuerte hasta que tenga el nuevo liderazgo”, explica el consultor de comunicación Pau Canaleta. Con Cs descolocado y el PP a la espera, el presidente está teniendo mucho margen de maniobra.
El miedo no se confirma. Algunas de las primeras medidas que ha llevado a cabo Sánchez buscaban en realidad tranquilizar a los votantes de PP y Cs, más que a los partidos. El nombramiento de Josep Borrell en Exteriores y de Fernando Grande-Marlaska en Interior desactivó, al menos en parte, el mensaje de la oposición de que es rehén de los independentistas o de Bildu porque apoyaron su investidura. “Con esos perfiles y el de la ministra de Economía lanzó un mensaje tranquilizador, europeísta, de establishment. Le dice al votante de PP y Cs ‘no tengas miedo’ –añade–. Y modera el discurso de la oposición, porque nadie va a tomar en serio según qué acusaciones al presidente”.
Transmitir ambición. Si alguien pensó que Pedro Sánchez iba a estar sólo unos meses al frente del Gobierno y que convocaría elecciones cuando la situación estuviese normalizada, pudo ver enseguida que no era así. El perfil de sus ministros, sólido y con sensibilidades diversas, iba en esa línea. “El mensaje fue: ‘No estamos de paso, hemos venido a hacer muchas cosas’. En los temas importantes, como la economía, la seguridad, la vertebración del país, el Gobierno mira al centro, y en lo más simbólico, a la izquierda”, destaca Pau Canaleta.
Nuevo estilo. Sánchez sólo dispone de dos años y ha aprovechado desde el primer día. Tuvo que forzar la atención de los ciudadanos. “Ha buscado actuaciones simbólicas, que permitan hacerse una idea de por dónde irá a aquellos que no siguen la actualidad política pero en el periodo inicial están pendientes de qué medidas toma el gobierno para formarse una opinión”, subraya el consultor. La ausencia de elementos religiosos en la toma de posesión o los anuncios de la universalidad en el sistema de salud, la eliminación de las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla y el traslado de los restos de Franco del Valle de los Caídos son algunos de esos elementos simbólicos que gustan a su electorado.
Imagen exterior. En menos de dos semanas, el presidente se entrevistó con Macron en París y con Merkel en Berlín, participó en una cumbre migratoria en Bruselas y en su primer Consejo Europeo. “Fue hábil aprovechando la crisis del barco Aquarius, que le permitió mostrar que el marco ha cambiado después de seis años de PP –señala Canaleta–. Pactar con Merkel y dar una salida a su crisis interna en el peliagudo asunto de la inmigración le ha dado también mucha visibilidad”. El impulso europeísta no suma sólo en la UE sino también en el ámbito doméstico. “España es un país europeísta, quizás el que más, y eso Sánchez lo ha sabido jugar bien”, añade Canaleta.
La carpeta catalana. Es el principal problema político del presidente, que busca un clima de cooperación con el Gobierno catalán para desencallar la relación. Mañana Sánchez recibe a Quim Torra en la Moncloa, tras haber trasladado a los presos independentistas a cárceles catalanas. Y se ha abierto a recuperar partes del Estatut anuladas por el Constitucional, mediante reformas legislativas. Canaleta ve a su favor que coincidan dos cambios de gobierno –el suyo y el de Torra– porque gana tiempo, las expectativas son más bajas y también las exigencias, y eso ayuda a destensar.
Nuevas banderas. Con diez puntos de media de diferencia respecto a los hombres, las mujeres son el electorado mayoritario del PSOE. Podemos y Cs son partidos con algo más de voto masculino. Por eso Sánchez no necesitaba nombrar a más ministras que ministros para tener el voto femenino y más con un dirigente como él, apunta Canaleta. “Pero ese gesto le permite disputar a Podemos y sus confluencias la bandera del feminismo, que será una de las importantes en los próximos años en la izquierda, sobre todo para las nuevas generaciones”, añade. El PSOE necesita penetrar en generaciones jóvenes (hasta la franja de 30-40 años), y de ahí también los gestos laicistas.