El Báltico helado
El pujolismo fue rico en metáforas. Una de las más celebradas se refería a la glaciación del mar Báltico. “El Báltico está helado”, dijo uno de los más estrechos colaboradores de Jordi Pujol –probablemente, Lluís
Prenafeta–, después del frío encuentro que mantuvieron en la Moncloa, Felipe González y el presidente de la Generalitat en julio de 1984. Apenas habían transcurrido tres meses de la presentación de la querella de la Fiscalía General del Estado por la gestión de Banca Catalana, que tuvo como respuesta una masiva manifestación nacionalista en Barcelona.
La metáfora báltica hizo fortuna y desde el Palau de la Generalitat se recurrió frecuentemente a ella para referirse a las relaciones con el gobierno central. Si las cosas iban bien, había deshielo en el Báltico. Si iban mal, el golfo de Finlandia se helaba. El termostato lo controlaba Pujol, por supuesto. Ningún otro líder político ha controlado tantas cosas en Catalunya.
A Pujol le interesaba el Báltico. Para manifestar su oposición a la fortificación metropolitana de Barcelona que defendía Pasqual Maragall, dijo que no estaba dispuesto a tolerar una “Catalunya hanseática”. (Hansa: liga de ciudades portuarias bálticas, sobre todo alemanas, que se confederaron en el siglo XIV para dominar el comercio marítimo). Años más tarde, Pujol sintió una fuerte atracción por las nuevas repúblicas bálticas, especialmente por Vytautas Landsbergis, líder independentista lituano. “Catalunya es como Lituania, pero España no es la URSS”, sentenció en los años noventa.
Desde hace unos años, en el mar Báltico hay una capa de hielo de varios metros de grosor. Se puede ir desde Leningrado, perdón, desde San Petersburgo hasta Helsinki en trineo. Sobre esa enorme placa de hielo hay novedades.
El frío es tremendo, pero Pedro Sánchez no sería hoy presidente del Gobierno de España sin el voto afirmativo de los partidos soberanistas catalanes en la moción de censura contra
Mariano Rajoy. Recordemos que Carles Puigdemont ysu entorno eran inicialmente contrarios al triunfo de la moción. “155 por 155, ¿dónde está el cambio?”, dijo en un primer momento Eduard Pujol, uno de los hombres de confianza de Puigdemont. Esquerra Republicana fue la primera en perforar el hielo, seguida inmediatamente por el PDECat de Marta
Pascal, Carles Campuzano y Jordi Xuclà. Pascal tuvo aquellos días un papel muy activo en Madrid, en constante comunicación con el Partido Nacionalista Vasco.
Sobre el Báltico helado, los independentistas están teniendo un papel activo en la política española, de la que nunca estuvieron ausentes. El independentismo también es “política española”. Vaya que si lo es. El soberanismo catalán ha formateado la política española en los últimos cinco años. Que se lo pregunten al Partido Popular y a Ciudadanos.
Los diputados soberanistas hacen patinaje artístico en el Báltico, mientras en los altavoces
El independentismo ha regresado de lleno a la política española: la moción de censura y el cambio en RTVE
Batet y Artadi sólo han hablado una vez en las últimas semanas y un fallo interrumpió la línea
suena la canción rusa Ochi chornya (Ojos negros). Después de la moción de censura, ERC y PDECat han facilitado que la izquierda española (PSOE y Podemos) tome el control de RTVE. No es poco.
Hay hielo en el Báltico, con distintos grosores. En la región más fría vemos a dos zarinas. La ministra de Política Territorial,
Meritxell Batet, y la consellera de la Presidència, Elsa Artadi. De ellas dependerá el deshielo en los segundos niveles, que es el más importante. Por el momento las cosas no han ido muy bien. Sólo han podido hablar una vez por teléfono en las últimas semanas. La conversación estaba siendo cordial, pero la llamada se interrumpió por algún fallo técnico. Desde el ministerio volvieron a llamar tres veces, sin éxito. El hielo colapsaba la línea.