¿Qué hacer con Catalunya?
Pedro Sánchez ofrecerá hoy a Quim Torra un nuevo relato con la voluntad de acabar con la desafección de una parte de la sociedad catalana, pero hay muchos intereses, tanto en Madrid como en Barcelona, para que descarrile.
La estrategia de confrontación que inició el PP con la recogida de firmas contra el Estatut y que luego fue secundada por el PSOE a la hora de “cepillar” el texto aprobado en referéndum no sólo no ha resuelto el conflicto catalán sino que ha hecho crecer el independentismo a cotas inimaginables. A pesar de todos los dislates y errores que ha podido cometer el soberanismo, las encuestas siguen dando a este movimiento la mayoría absoluta en las encuestas. Es bueno recordarlo ahora que todos dan por muerto al Procés: éste habrá muerto pero el alma que lo creó sigue muy viva. El inmovilismo del PP de no ceder un ápice en ninguna negociación y parapetarse tras la acción de la justicia ha sido un error que el tiempo hará aún más evidente.
Las circunstancias políticas de una moción inesperada han llevado a Pedro Sánchez a la Moncloa y tiene ahora una oportunidad de oro de poder llevar a la práctica un relato diferente basado más en la mano abierta que en el puño cerrado. Si el líder socialista es coherente con el discurso que hacía en la oposición su punto de partida es la reforma de la Constitución. Hay que re- cuperar ahora la entrevista que el bueno de Jordi Évole le hizo en Salvados en noviembre de 2017 cuando el ahora presidente del Gobierno era un outsider que aspiraba a volver a recuperar el poder en el PSOE. Decía entonces: “España es una nación de naciones y Catalunya es una nación igual que lo es el Pais Vasco. Tenemos que articular una reforma constitucional para que Catalunya, como nación que es, se sienta integrada dentro de España”. Este relato es el que empezará hoy a desarrollar Sánchez en su entrevista con el presidente catalán.
El líder socialista no lo tendrá nada fácil. Buena parte de la sociedad catalana se ha radicalizado en los últimos años y el sentimiento de ruptura con España es un hecho. Volver a hablar de encaje de Catalunya en España sólo sería posible en una situación de normalidad que está lejos de concretarse con dirigentes independentistas presos o fuera de España y en vísperas de juicio. Las emociones pueden hoy a la razón. Además existen también muchos intereses en juego que quieren que la ventana de oportunidad que se está abriendo ahora quede tapiada para siempre. De la misma manera, hay una parte de la sociedad española que se ha sentido ofendida por la radicalidad catalana y no entiende la vía de negociación que está dispuesto a abrir el nuevo Gobierno socialista. Cuándo José María Aznar afirma que “el movimiento golpista no ha sido desarticulado” puede provocar carcajadas en Catalunya pero es un estado de ánimo que existe en España. La decisión de trasladar los dirigentes independentistas a cárceles catalanas es una buena baza en la dirección de construir un nuevo relato de diálogo pero no contenta a los sectores más radicales catalanistas que no le quieren dar ningún valor, ni a la opinión pública española que lo ve como una concesión gratuita a los separatistas.
El relato de Sánchez parece claro y es intentar que el catalanismo que se apuntó al independentismo vuelva a la denostada tercera vía, ésa que es tan despreciada en Catalunya pero que, en cambio, gusta tanto cuando la practica el PNV en el País Vasco. Para ello, el Gobierno socialista habrá de pasar de las palabras a los hechos y más allá de gestos como el traslado de los presos, tendrá que aplicarse en políticas tangibles que sean percibidas por la ciudadanía. En esta línea está el informe elaborado por el propio Gobierno que admite de forma clara un déficit de ejecución de inversiones en Catalunya. En el 2017, el 20% de las obras presupuestadas quedó sin ejecutar y las adjudicaciones cayeron un 37%. Toca arreglarlo.
Sánchez tendrá además que soportar todos los desaires que Torra le pueda hacer, algunos por convicción y otros por pura táctica política para acontentar a los sectores más recalcitrantes del independentismo. Al president hay que darle tiempo para adaptarse también a la nueva situación pero ha de ser consciente que no puede repetir los errores de su antecesor. Lo ha dicho muy bien la vicepresidenta Carmen Calvo, “Torra es un presidente legítimo que no ha cometido ninguna ilegalidad”. Si Torra se mantiene en la República virtual, el apaciguamiento se irá produciendo. Si no, todo descarrilará mucho más rápido tal y como algunos desean.