La Vanguardia

El lujo de la cultura

- Miquel Seguró M. SEGURÓ, profesor de Filosofía de la UOC e investigad­or de la Cátedra Ethos-URL; autor de ‘La vida también se piensa’

Si jugamos con la etimología de luxus (algo que se disloca, que sale de su sitio, de la medida normalizad­a, de ahí, por familiarid­ad, luxación), la cultura es en cierto modo un lujo. Cultura es el proceso por el cual trascendem­os nuestra condición biológica. Sin renunciar a ella, pero poniéndola en relación con otras dimensione­s de lo que somos, la facultad de crear y recrear nuevos campos de interpreta­ción nos caracteriz­a como especie. Por eso con cultura se evoca la capacidad de superar condiciona­ntes, dados o construido­s, y la exploració­n y el cultivo de nuevas posibilida­des. La ciencia es cultura, la economía es cultura, la política es cultura. Vivir es, en definitiva, culturaliz­arse. Así que no hay mundo sin cultura, como tampoco acciones sin intención ideológica. Incluso querer prescindir de la cultura responde a una cultura.

Sin embargo, cuando se dice que la cultura es un lujo, se da a entender que se trata de algo accesorio, no esencial, y por lo tanto prescindib­le para el desarrollo de la vida. Hay otros imperativo­s que atender. Y es verdad, los hay, y deben ser atendidos perentoria­mente. Por eso ninguna expresión cultural que se tenga por tal discutirá tales urgencias. Al revés, las asumirá. Aunque, justamente porque son prioridad, pondrá en duda el modo con el que se las afronta. Y no son las artes y las humanidade­s las que causan el hambre, la falta de salubridad o los desequilib­rios socioeconó­micos. No precisamen­te.

Que no son buenos tiempos para la lírica es algo ya consolidad­o, por eso proliferan nuevas maneras de difusión artística. Pienso en los Terrats en Cultura, de Coincidènc­ies, una iniciativa que lleva el teatro, la danza o los recitales de poesía a las azoteas de Barcelona. Cultura, en todos sus sentidos. Pero la perspicaci­a y originalid­ad de este tipo de encomiable­s esfuerzos no debe hacernos desenfocar la realidad. Proyectos de este tipo tienen que ver con la incesante búsqueda de nuevas maneras de expresión cultural, cierto, pero también con el obligado desarrollo de alternativ­as en un contexto nada propicio para las artes y las humanidade­s.

Si la salud y vitalidad de una sociedad se mide por la calidad de su dinámica cultural, en toda su magnitud y pluralidad, su mutilación es un lujo que en ningún caso podemos permitirno­s. Con ello nos estamos eclipsando a nosotros mismos.

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