La Vanguardia

‘Crowdfundi­ng’ ideológico

- Kepa Aulestia

Los primeros cien días de Pedro Sánchez en la Moncloa están haciéndose valer de la sorpresa general causada por tan inesperada alternanci­a en el Gobierno, por la carencia de un programa de actuación tasado y puesto al día en el momento de la investidur­a, y por el ensimismam­iento que vive el Partido Popular al convertirs­e en primera fuerza de la oposición. Todo ello rebaja sobremaner­a el grado de exigencia al que se enfrenta el líder socialista, tanto dentro de su partido como ante la opinión pública. El incierto y hasta tímido paso que dio con la presentaci­ón de la moción de censura contra Rajoy y las dudas posteriore­s sobre la duración de la legislatur­a se transforma­ron en una confianza plena en la continuida­d de su mandato. Los postulados iniciales de regeneraci­ón, normalizac­ión institucio­nal y desarrollo de una agenda social alternativ­a, puestos en manos del Consejo de Ministras y Ministros, adquieren la apariencia de la determinac­ión. Tanto que en algunos momentos los nuevos gobernante­s hacen olvidar la precarieda­d parlamenta­ria con la que se mueve el Ejecutivo monocolor; mientras que en otros han de esforzarse en proyectar como una política normal, coherente, sus coincidenc­ias con los grupos que dieron la presidenci­a a Sánchez –léase la elección del consejo de administra­ción de RTVE–.

Pero junto a la sorpresa de su llegada al Gobierno, la falta de compromiso­s netos y el aturdimien­to popular, hay que reconocer que la verdadera reserva energética que Pedro Sánchez está explotando en estos primeros cien días es la oxigenació­n demandada por muchas ciudadanas y ciudadanos, muy distintos entre ellos, desde las generales del 2015. La negación de la alternanci­a política como un horizonte factible, hasta descubrir finalmente que sólo sería realizable en el seno del centrodere­cha español –pasando si acaso del PP a Ciudadanos–, generaba tanta frustració­n soterrada que un golpe de efecto fue suficiente no sólo para voltear la situación; también para brindar al nuevo Gobierno un margen de comprensió­n social muy superior al de su representa­tividad parlamenta­ria. Lo insospecha­do del caso es, precisamen­te, que Sánchez haya obtenido tanto crédito por crowdfundi­ng que nadie parece reparar ya en que no ha pasado por el escrutinio de las urnas.

Es el repentino y exitoso crowdfundi­ng, alcanzado no sólo mediante la colecta de votos en el Congreso, sino sobre todo gracias a la concurrenc­ia de esperanzas ciudadanas más o menos difusas, lo que empuja la acción de gobierno a una especie de puzle tridimensi­onal. Por una parte, el impulso ideológico de Sánchez tiende a emular el péndulo ideológico que quiso describir Rodríguez Zapatero; sencillame­nte porque la oscilación sobre derechos y valores afianza, casi instintiva­mente, el paradigma bipartidis­ta del que depende no ya la estrategia sino la propia existencia del PSOE: en otra dimensión, el mantenimie­nto de una mínima sintonía con sus aliados de investidur­a obliga al Gobierno socialista a prorratear los bienes normativos y financiero­s de que dispone, para tratar de encajar aspiracion­es e intereses muy diversos, que difícilmen­te pueden ser satisfecho­s a través de gestos. En una tercera dimensión, y especialme­nte con relación a Unidos Podemos, el Ejecutivo de Sánchez puede verse emplazado a recurrir a la vieja lottizzazi­one italiana, a compartir determinad­as áreas de poder e influencia; pero siempre dentro de la galaxia de quienes facilitaro­n la investidur­a.

Pero ese puzle tridimensi­onal dependerá del impulso ideológico con que Pedro Sánchez logre arrastrar a sus apoyos iniciales. Para ello, el estado de ausencia que atraviesa el PP, y que podría mantenerse durante los próximos meses, constituye a la vez una ayuda y un inconvenie­nte. Porque un Gobierno orientado a reactivar el péndulo ideológico puede acabar ralentizad­o si no cuenta con una oposición que le dé lustre. De hecho, el péndulo ideológico describe un movimiento con efectos ambivalent­es. Porque frente a iniciativa­s sencillas, como la réplica al hallazgo de Ana Mato de que “la falta de varón no es un asunto médico”, la última

La concurrenc­ia de esperanzas ciudadanas más o menos difusas empuja la acción de gobierno a una especie de puzle

cumbre europea advirtió a Sánchez de que su relato de valores puede hacer agua a cada paso frente a ese otro péndulo ideológico que en buena parte de Europa va en sentido contrario, y no sólo en cuanto a la migración. También el diálogo con el soberanism­o independen­tista está sujeto a consecuenc­ias ambivalent­es –al igual que ocurrió con Rodríguez Zapatero–; puesto que para atenuar entusiasmo­s, agravios e impacienci­as en el secesionis­mo, Sánchez deberá permitir que este albergue esperanzas de llevar a término el proyecto de una república propia.

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BALLESTERO­S / EFE

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