Tabúes políticos
Romper un tabú es siempre una labor compleja y en ocasiones imposible aunque estos jueguen en contra de la sociedad que los cultiva. En los últimos años, sometidos a la lógica del proceso hacia la independencia, Catalunya ha conseguido que algunos de los tabúes que recorren la sociedad moderna se hayan ocultado en el independentismo que, a su vez, en los años ochenta era un tabú que designaba un comportamiento político, en aquellos momentos, inaceptable. Temas como la identidad de Catalunya, el papel del catolicismo o el declive demográfico han quedado delegadas y son cuestiones pendientes de ser discutidas. Podemos pensar que la identidad de Catalunya ha sido ampliamente debatida y sin embargo, en los últimos meses, hemos asistido a declaraciones que han puesto en tela de juicio la divisa un sol poble que el PSUC, la Iglesia católica, el pujolismo y ahora el independentismo pretendían auspiciar y resolver. El proceso pretendía resolver dicho debate pero ha proyectado más sombras que certezas sobre la cuestión y ha hecho aflorar una fractura social reveladora de los prejuicios, latentes en algunos, sobre qué significa ser catalán. Otro ejemplo lo encontramos en el declive demográfico, que queda perfectamente explicado en los datos INE del 2017: “España tuvo saldo vegetativo negativo al registrar 31.245 defunciones más que nacimientos”. Una cuestión que parece que no se quiere abordar por sus implicaciones sociales y morales.
La cuestión que aflora ante el hecho de hablar a media voz, casi en susurros, sobre temas tan importantes para nuestra sociedad, como la identidad o la demografía, muestra hasta qué punto incomodan. Muestra lo difícil que es afrontar los retos que tiene nuestra sociedad abriendo los debates necesarios para establecer las políticas necesarias para corregir sus negativos efectos. De la misma forma que para la sociedad temas como el suicidio o ciertos comportamientos sexuales siguen siendo tabú, para la política siguen siéndolo todas aquellas cuestiones que ponen en tela de juicio el equilibrio y la estabilidad de las instituciones públicas.
La fuerte dinámica social que ha sido capaz de romper el tabú feminista provocando que los políticos deban dejar de alimentarlo nos indica que muchas de las cuestiones que tenemos planteadas, más pronto que tarde, deberán ser afrontadas.