Simbolismo y eficacia
Se valore como se quiera el resultado de la entrevista entre Sánchez y Torra, voces soberanistas se quejan de que se están haciendo demasiadas concesiones a gestos simbólicos poco efectivos. En esta línea, se destaca la declaración del Parlamento catalán reiterando el sentido de la declaración de ruptura del 9 de noviembre “a pesar del aviso de los letrados del Parlamento sobre los riesgos judiciales de esta decisión”. En un momento en el que parecería dominar la voluntad de generar un nuevo consenso político en Catalunya que facilitara el diálogo con el Gobierno de Madrid, la declaración del Parlament lo vuelve a complicar todo un poco más, abriendo nuevas dudas sobre la voluntad real del Govern de la Generalitat.
De hecho, se ha vuelto a poner sobre la mesa la estrategia de la unilateralidad y de la desobediencia que hasta ahora nos ha llevado donde estamos. Y, consecuentemente, se refuerza el debate entre héroes y traidores, que hace más difícil la cohesión interna y más evidente la fragilidad de la situación actual. Hay que insistir que esto se dice y se argumenta desde posiciones soberanistas, cuando se ha iniciado esta nueva etapa de diálogo con el Gobierno de Madrid.
Realmente, todo el mundo sabe lo que este diálogo puede dar de sí. Sería absurdo esperar milagros o cambios espectaculares. Seguramente la espectacularidad se ha de centrar en el hecho de que el diálogo se ha iniciado. Pero nada será posible al margen de la legalidad; esta –según la voluntad– ofrece mucho margen, pero con unos límites claros, conocidos, evidentes. De hecho, ya tenemos una prueba muy precisa: el diálogo, entendido como el encuentro entre Sánchez y Torra, se ha abierto; pero compatible con un recurso del Gobierno de Madrid contra la reciente declaración del Parlamento catalán. ¿Sorpresa? No.
El momento es especialmente delicado. Si las expectativas fracasan, la situación quedará peor de lo que estaba. El escenario judicial quedaría reforzado y, por tanto, al margen de la iniciativa o control político. Cuando se dice que lo que tenemos delante es un problema político que ha de resolverse políticamente, se tiene razón. Pero, entonces, la política ha de hacerse con voluntad de entendimiento, de pacto, de acuerdo. Los gestos simbólicos poco efectivos no sirven de nada; reiterar lo que ya ha fracasado lo empeora todo. Hacer política es practicar el arte de lo que es posible. Y, esto, parece haberse olvidado o, en todo caso, se ha renunciado a ello.
¿Y si, durante unos días, evitáramos declaraciones? Podría ser interesante dejar el protagonismo a las conversaciones que se produzcan en la mesa del diálogo. Con discreción, sin gestos, eficazmente. Resolviendo problemas que pueden parecer pequeños pero que son la antesala de los grandes acuerdos. Con la obsesión de la eficacia. La experiencia demuestra que sólo así se consigue avanzar hacia el camino de la negociación. La discreción es la compañera fiel e indisoluble del pacto.
Ciertamente, muy difícil. Dialogar con voluntad de encontrar resultados reclama que los bomberos apaguen las llamas. Estos son también los verdaderos héroes. Inicialmente, no lo parecen. Incluso se les critica, pero la historia a menudo lo rectifica. Tenemos muchos ejemplos y no tendría sentido que los quisiéramos olvidar.
Es un momento muy importante. ¡No debería de sacrificarse lo que representa por una mal entendida e innecesaria gesticulación!
Los gestos simbólicos poco efectivos no sirven de nada; reiterar lo que ya ha fracasado lo empeora todo; hacer política es practicar el arte de lo que es posible