Bush y Clinton
El libro de estilo de La Vanguardia lo deja claro: en el caso de mujeres de la esfera pública, no debe usarse solo el nombre de pila. Los ejemplos son sabidos: Santamaría, no Soraya; Clinton, no Hillary; Royal, no Ségolène. Pero una cosa es la teoría y otra la práctica, y en el mundo de la comunicación los matices no son gratuitos.
En el ámbito catalán y español, cuando aparece un nombre nuevo en el relato informativo, si no tiene un apellido singular –como Artadi o Morenés, por poner dos ejemplos actuales– es frecuente que los medios de comunicación se refieran con nombre y apellido. Es lo que ha sucedido con Pedro Sánchez. Se ha establecido como una palabra compuesta: Pedro Sánchez, y sólo ahora, que ya es presidente, se puede encontrar algún titular en que se use sólo Sánchez.
Los caminos de las etiquetas periodísticas son insondables. Con el expresidente Zapatero, de nombre completo José Luis Rodríguez Zapatero, se acabó adoptando el segundo apellido como etiqueta informativa porque el primero era poco identificador. En el caso de Sánchez podría haber pasado algo parecido y convertirse hoy en el presidente Castejón, dado que su nombre completo es Pedro Sánchez Pérez-Castejón. En cambio, en el caso de las mujeres estos procesos han funcionado de modo distinto y a menudo se ha recurrido al nombre de pila para etiquetarlas (con la excepción de Felipe, pero una golondrina no hace verano).
Volvamos a las mujeres: pasó en Francia con Ségolène Royal, etiquetada Ségolène;
pasó en Estados Unidos con Hillary Clinton, Hillary, y también pasó en España con Soraya Sáenz de Santamaría, Soraya,
aunque en menor medida, pues pocos medios han usado el nombre de pila. El caso de Santamaría es significativo porque denota que ha habido un cambio de mentalidad, empujado por una concienciación de la sociedad cada vez más igualitaria, con el apoyo de un periodismo también concienciado.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando Santamaría o Clinton deciden hacer campaña con su nombre? “Hillary for president” y ahora, en las primarias del PP, #SorayaPresidenta” o #YoconSoraya. Pues que todos los esfuerzos de los medios se van al garete.
En el caso de Clinton, además, muchos informadores cuestionaban que nos refiriéramos a ella como Clinton, dado que ya había habido un presidente Clinton, su marido. Usando Hillary todo parecía informativamente más claro. Quizá sí, pero los que seguían la actualidad electoral de Estados Unidos sabían perfectamente que la lucha primero fue entre Clinton y Obama y, después, entre Clinton y Trump. No había confusión posible. Es más, cuando al padre Bush lo relevó el hijo Bush –con Clinton de por medio–, a nadie se le ocurrió referirse a él como Georgie, o Bush jr, o Junior directamente. Hubo dos Bush y ha habido dos Clinton, tres hombres y una mujer. Referirse a ella como Hillary no tiene ninguna base objetiva que lo justifique.
El camino está marcado, está despejado y es sencillo. Sólo hay que seguirlo.
Pedro Sánchez empieza a convertirse sólo en Sánchez