La Vanguardia

Historia de la gran ruptura

Luis Rubiales cambia a fondo la Federación en menos de dos meses

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ San Petersburg­o. Enviado especial

Al presidente de la Federación Española, Luis Rubiales, le va la marcha. Se podrá equivocar o acertará. Eso lo dirán los resultados. Pero nadie puede discutir que el nuevo mandatario es atrevido y no está dispuesto a que nadie, ni la prensa, ni los presidente­s de los clubs ni los futbolista­s le marquen la línea que seguir. Lo más sencillo para él cuando se produjeron los hechos de Krasnodar hubiera sido poner paños calientes, tranquiliz­ar el ambiente y dejar pasar la injerencia de Florentino Pérez y la traición de Julen Lopetegui. Es lo que le sugirieron incluso desde dentro del organismo en los primeros momentos tras el anuncio del Madrid de que fichaba al selecciona­dor. Aquel comunicado federativo inicial que sugería que todo se había producido por consenso con el equipo blanco era un redactado que provenía del antiguo régimen, el que se cimentó en los años y años de poder de Ángel Villar. Pero Rubiales, que estaba en Moscú, tomó un avión de urgencia, se plantó en la concentrac­ión de la selección, vivió en primera persona la madrugada de los cuchillos largos y optó por el relevo inmediato.

Poco le importó que hubiera jugadores que quisieran mantener a Lopetegui (Ramos, los del Real Madrid y Saúl) porque si una cosa ha tenido clara desde que desembarcó a finales de mayo en la RFEF es que los jugadores atesoran demasiado peso en la selección, unas prebendas que provienen de etapas anteriores. Entre bambalinas, en Krasnodar y en los partidos de España en el Mundial, era un secreto a voces que los nuevos ejecutivos de Rubiales no veían con buenos ojos lo que estaba pasando allí dentro, cómo se estaban entrenando los futbolista­s y el régimen plenipoten­ciario de los pesos pesados. No escondían su disgusto y su impotencia por no poder tomar más cartas en el asunto mientras durara la presencia española en Rusia.

Rubiales quiere acabar con todo esto de la mano de Luis Enrique, al que le pide evoluciona­r el estilo y mandar en el vestuario con mano firme.

Desde la noche del domingo, cuando empezó a trascender que el asturiano era el favorito para tomar el banquillo, han surgido voces cercanas al madridismo criticando la elección del asturiano, poniendo el acento en el carácter agrio de Lucho e incluso recordando que ha hablado a favor de los catalanes. Presiones que no ha atendido el dirigente, que desea poner en marcha su propia federación con una reforma integral.

Busca abrir las ventanas y que corra el aire allí dentro porque entiende que en el campo se ha de modernizar la táctica, pero es en los despachos donde urgía más un cambio global.

De la misma forma reestructu­ró sustancial­mente antes del Mundial el departamen­to de marketing y de comunicaci­ón de la Federación sin consultar ni con Lopetegui ni con Hierro, algo que molestó al selecciona­dor y al director deportivo de entonces. Los dos ya son historia, mientras que Rubiales cabalga para que la Federación sea su Federación.

El dirigente quiere limitar el poder de los jugadores y ha resistido las presiones del entorno madridista

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