“Cuando fui al estadio y vi la multitud, me asusté”
Wendy Ramos dijo que lloró mucho hasta ser payasa.
Admiró mucho a Wendy. Cuando la leí, pensé: “Qué valiente”. Yo también he llorado, sí, pero he reído mucho más.
¿Su nariz es un disfraz?
No, es la máscara más pequeña del mundo, pero me permite ir a lugares donde nunca pensé que iría. La nariz no hace a la payasa, pero ayuda a decir: “Soy patética y ridícula”. Y funciona como un espejo: el público se ve reflejado.
¿Qué es lo más patético y ridículo del fútbol?
El negocio que lo rodea y la capacidad de anular el espíritu crítico simplemente porque te identificas con unos colores.
¿Ha ido a algún estadio?
Sí, pero no para un partido de fútbol, sino para asistir a un concierto. Es curioso: el público de los deportes competitivos es mayoritariamente masculino; el de los teatros, museos y actos culturales, mayoritariamente femenino.
¿Qué le da miedo?
Le explicaré una historia de hace 20 años. Me asusté cuando fui al Camp Nou. Mi padre era muy culé y me tenía que entregar unos papeles. Yo era tan ingenua que le dije: “Te espero en la puerta”. No nos encontramos, por supuesto. Cuando vi la multitud que salía del estadio... ¡qué miedo!
¿Qué más le asusta?
Desconfío de la gente sin sentido del humor. Nunca lo había pensado, pero creo que en los estadios se grita, se insulta y se silba... Y se ríe muy poco.