La Vanguardia

La emoción de Inglaterra

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En la esquina de Chorlton Street con Portland Street una chica oriental está a punto de ser devorada por un autobús de dos pisos. A los turistas en Inglaterra se nos reconoce cuando cruzamos mirando a la izquierda donde deberíamos haberlo hecho mirando a la derecha y viceversa. La turista debe estar aún ingresada en la unidad coronaria del hospital de Manchester del susto que se ha llevado de buena mañana por el descomunal bocinazo del chófer del autocar.

El paso de cebra está enfrente de un pub llamado Yates, cerca del Piccadilly Garden. Está el local lleno de banderas de todos los países y es uno de los centros de peregrinac­ión en Manchester cuando juega Inglaterra este Mundial de Rusia. Sobresale por supuesto en el bar la bandera de San Jorge, como en tantos otros lugares de Manchester, capital este año del fútbol inglés después de la Premier del City. Hay una sobreexcit­ación en Inglaterra. Por ejemplo, banderas inglesas se pueden ver a menos de medio kilómetro en una tienda de souvenirs situada en Charlotte Street, en la zona de venta de billetes de la estación de tren e incluso en las obras de construcci­ón de un edificio de apartament­os llamado Manchester Newsquare. La bandera, como símbolo de la lucha contra el desánimo de un país que estaba consumido en el fútbol de seleccione­s.

Hace unos años, Ferran Soriano, director ejecutivo del City, me comentó que en Inglaterra era mucho más importante ganar la Premier League que la Champions. El aislamient­o insular sumado al desastre futbolísti­co de los últimos cincuenta años (no ganan un Mundial desde 1966) les ha forjado una mentalidad introverti­da. Quizá por eso la mayoría de equipos ingleses tienen mayor presencia de público en los partidos domésticos que en los europeos.

Para ellos, llegar a unas semifinale­s del Mundial es histórico. En Manchester empezó ayer a entrenarse el City de Guardiola, el campeón de la Premier. Ni caso. La gente piensa en el partido de mañana de Inglaterra contra Croacia. En una tienda de deportes de Market Street, compro una camiseta de la selección inglesa y la empleada afirma: “Hemos tenido que reponer camisetas tres veces. Es una locura”. Efectivame­nte, quizás por esto se multiplica­n las pantallas exteriores en pubs (hace ya un mes que milagrosam­ente ven el sol cada día). Y, por fin, el Ayuntamien­to ha aceptado poner una pantalla gigante en Castlefiel­d Bowl, una zona abierta donde hay conciertos con capacidad para más de 8.000 personas. La locura del Mundial se ha desplazado a Inglaterra, donde por fin quieren quitarse la depresión colectiva y volver a demostrar porqué fueron ellos los inventores del fútbol.

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LVG Un ciudadano de Manchester con una camiseta con la bandera inglesa y el texto Pretty little things
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Jordi Basté

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