Incómodos para Rusia
Inglaterra mantiene el boicot político y el croata Vida ofende con su “¡gloria a Ucrania!”
Kiril sirve mesas en un restaurante céntrico de Moscú. Habla un castellano más que correcto porque en realidad vive y estudia ingeniería en Valencia. Ha vuelto a casa por vacaciones y trabaja para costear sus gastos. Joven, sociable y muy futbolero, Kiril se preocupa por la imagen del país a través de pequeñas encuestas a los clientes extranjeros. Si un seguidor o un periodista entran en su restaurante, usa su inglés y su castellano, en función de la necesidad, y pregunta: “¿Os gusta Moscú?¿Os tratan bien? ¿Qué tal la organización?”. Si el encuestado es sincero, contestará positivamente a todas las cuestiones planteadas. Como mucho, podrá decir que las medidas de seguridad son excesivas (cacheos y registros en centros de prensa y en el metro), pero la amenaza terrorista y la desaparición de hinchas radicales, incluidos los tan temidos autóctonos en las semanas previas, contribuyen a aceptarlas con resignación.
La Rusia de Putin pretendía utilizar el Mundial para proyectar una buena imagen al mundo de sí misma y en gran parte lo está consiguiendo. Sus 17.000 voluntarios, chicos y chicas siempre solícitos para ayudar al visitante (entre ellos la hermana de Kiril), transmiten una sensación de normalidad y cosmopolitismo.
Hay sin embargo interferencias, situaciones que incomodan al anfitrión y que destapan su lado oscuro. La última acusación llega de Alemania. El diario muniqués Süddeutsche Zeitung, de la mano del Bild en este asunto, asegura que los jugadores de la selección rusa inhalaron amoníaco para mejorar su rendimiento en los partidos contra España y Croacia. El objetivo, reconocido por un responsable de la federación, que recuerda que el amoníaco no está tipificado como producto dopante por la FIFA, es estimular la respiración y mejorar el flujo sanguíneo. La cuestión es que la noticia incrementa las sospechas que planean sobre una selección cuyo rendimiento ha sorprendido a la propia empresa.
La semifinal entre Inglaterra y Croacia, que mañana se disputará en Moscú, también ha incomodado a las autoridades locales. Antes que el inglés, habrían preferido otro equipo en la capital. Así como en San Petersburgo, escenario hoy de la semifinal entre Francia y Bélgica, han confirmado su asistencia en el palco de autoridades el presidente de la República Emmanuel Macron y también los reyes de Bélgica, Felipe y Matilda, el boicot político del Gobierno inglés a la cita subrayará su ausencia. La crisis diplomática se originó meses atrás: el Reino Unido acusó a Rusia de los envenenamientos del exespía Serguéi Skripal y su hija con el agente químico Novichok en territorio británico. El conflicto ya causó la expulsión de decenas de diplomáticos rusos de suelo inglés.
Croacia por el contrario no resultaba antipática aparentemente para el régimen de Putin. La imagen de su presidenta, Kolinda Grabar-Kitarovic, en el palco del estadio de Sochi, vestida con la típica camiseta ajedrezada roja y blanca y celebrando los goles ante la comprensión y la sintonía de las autoridades rusas, no hacía presagiar la tormenta que llegó después.
Pero el autor del segundo gol de Croacia en ese partido, Domagoj Vida, grabó un vídeo horas después en el que proclamaba lo siguiente: “Esta es una victoria para Ucrania y el Dinamo, ‘¡gloria a Ucrania!’”. Vida jugó varias temporadas en el Dinamo de Kíev. Las imágenes difundidas fueron advertidas por la FIFA, que amenazó con sancionar al futbolista por lanzar consignas políticas, y a las autoridades locales les sentó fatal. Las heridas entre Rusia y Ucrania por la anexión de Crimea a la federación rusa siguen muy abiertas.
Las presiones han dado resultado. Ayer la federación de Croacia anunció la expulsión del exfutbolista Ognjen Vukojevic, integrante de la expedición y que aparecía también en el vídeo, como su principal responsable. Vida es demasiado útil todavía. Con él, Croacia intentará pasar a la final mañana.
Croacia ha reaccionado expulsando de su concentración al exjugador Ognjen Vukojevic
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