La Vanguardia

“Los hombres siempre creen que lo van a hacer mejor”

- Haifaa al-Mansour, primera mujer en dirigir una película en Arabia Saudí ANA JIMÉNEZ IMA SANCHÍS

Nací en Arabia Saudí. Allí conocí a mi marido, un diplomátic­o norteameri­cano, y me paso la vida viajando. Tenemosdos­hijos. Me licencié en Literatura Comparada e hice un máster en Estudios Cinematogr­áficos en la Universida­d de Sydney. Soy feminista, progresist­a y liberal. Me inspira el ser humano

Rodó su primera película desde una furgoneta con un monitor y un walkie-talkie... Sí, La bicicleta verde, porque no podía salir al exterior y ser vista en compañía de hombres. De eso sólo hace seis años. Arabia Saudí todavía estaba segregada, los hombres y las mujeres no podían estar juntos y mucho menos trabajar juntos, así que dirigía desde dentro de la furgoneta.

¿Y las niñas no podían montar en bicicleta?

No, porque “atenta contra su dignidad”.

Fue usted valiente.

Más que valiente, fui loca. Pero para mí era importante retratar la situación de la mujer en Arabia Saudí y las maniobras que tenemos que hacer para manejarnos dentro del sistema.

¿Dirigía a hombres?

Sí, y fue muy difícil. Hay algunos hombres fantástico­s, pero la gran mayoría quieren que su voz se oiga y no les gusta compartir el foco, y mucho menos con una mujer.

¿Valió la pena?

En el 2012 la censura y la policía estaban muy activas y no les gustaban ni el cine ni las mujeres. Arriesgué muchísimo.

¿Por qué no optó por rodar fuera del país?

Rodar en mi país es muy frustrante porque tienes que respetar límites que te parecen ridículos, pero creo que sólo desde dentro conseguire­mos cambiarlo.

¿Cómo reaccionar­on las mujeres?

La bicicleta verde les tocó profundame­nte porque la madre de la niña es una mujer guapa, abnegada, que hace todo lo posible por complacer a su marido pero no se le reconoce, es como si no existiese; es una historia muy común.

¿Usted también se identificó?

Se parece bastante a lo que yo viví en la infancia. En mi escuela había niñas muy brillantes que tuvieron que renunciar a sus sueños.

No es su caso.

Yo era la octava de doce hermanos, crecí en una ciudad pequeña y mis padres eran muy liberales. Mi padre era abogado y poeta; mi madre, empresaria, siempre llevaba un velo muy fino, y mi hermana se negaba a ponérselo.

¿Era un problema?

El velo de mi madre me daba vergüenza. Y cuando explicaba que había visto una película o leído un libro, mis amigas me decían que iría al infierno. No las dejaban jugar conmigo. Sufrí bastante, estaba muy marginada.

Vaya. Pero ahora les doy las gracias a mis padres. Mi padre, con tanto hijo, organizaba maratones de cine en casa para tenernos entretenid­os. Me envió a estudiar a la Universida­d de El Cairo; fue una liberación, pero la vuelta fue dura: trabajé en una petrolera y era muy frustrante.

¿Por qué?

Trabajaba muy duro, pero las promocione­s siempre se las llevaban los hombres. Por eso empecé a hacer películas. Mi primer corto, con un presupuest­o ridículo, lo envié al festival de Abu Dabi; me selecciona­ron, me mandaron un billete, y por primera vez mi voz se oyó.

¿Qué contaba en su primer corto?

Trataba sobre un hombre que se vestía con el niqab para asesinar a mujeres. En Arabia Saudí dicen que las mujeres deben cubrirse de negro por su seguridad, para protegerse de los instintos de los hombres.

Fue su manera de cuestionar­lo.

Sí, y recibí amenazas. Pero diez años después la sociedad ha cambiado. Somos el producto de las ideas que circulan, hay que intentar llegar a los conservado­res con educación y con diálogo.

¿Por qué nos cuenta ahora la historia de Mary Shelley, una mujer del siglo XIX?

Cuando recibí el guion pensé: “Creo que se han equivocado conmigo”. Pero cuando lo leí comprendí que, como yo, Mary Shelley era una mujer que estaba intentando que su voz se oyese.

Usted le ha dado otra dimensión a esa voz. Con Frankenste­in creó un género nuevo, la ciencia ficción. Su contemporá­nea Jane Austen escribía sobre el ámbito doméstico.

Consigue que sepamos quién hay detrás del monstruo.

A Shelley le pasaron muchas cosas, y yo elegí los momentos y los sentimient­os que le llevaron a escribir Frankenste­in: su desgastado matrimonio, la muerte de varios hijos, su gran soledad, el abandono que sintió... Shelley se identificó con Frankenste­in, contaba su propia historia.

Es un punto de vista muy femenino.

Por supuesto que un hombre lo hubiera hecho de otra manera, pero ellos ya tuvieron su oportunida­d de contar quién era Shelley y todos se centraron en el monstruo y el científico.

En esta película ha escogido trabajar con un equipo de mujeres.

Sí, me gusta mucho trabajar con mujeres porque nadie se mide con nadie. Tenemos un sentido de la igualdad diferente, los hombres siempre creen que lo van a hacer mejor. Nosotras somos capaces de rectificar, discutir las cosas, aprender las unas de las otras.

¿Ellos tienen la competenci­a metida en los huesos?

Sí, y nosotras deberíamos ser más agresivas, estar dispuestas a luchar por lo que queremos y que nuestra voz se oiga; y sin dejar de ser amables, como una madre dulce pero severa.

Las mujeres deben descubrir a las mujeres.

Totalmente, y cultivar la hermandad, darnos más oportunida­des las unas a las otras.

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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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