La Vanguardia

Las cuentas del gran capitán

EE.UU. dedica el 5% de su gasto militar en la defensa de Europa y el grueso de la OTAN va en su propio beneficio

- FÉLIX FLORES Barcelona

La exigente demanda de Estados Unidos de que los socios de la OTAN gasten más en defensa no es nueva. La “presión”, reconocía ayer el secretario general la Alianza, Jens Stoltenber­g, hace unos años que dura, pero nunca Washington la había manifestad­o al máximo nivel, en la persona del mismísimo presidente.

En la reunión de ministros de Defensa de octubre del 2012 en Bruselas, los norteameri­canos se quejaban de haber cargado con el peso de la intervenci­ón en Libia contra Gadafi (por ejemplo, afirmaron haber suministra­do el combustibl­e con el que eran repostados en vuelo los cazabombar­deros aliados) y de la interminab­le campaña de Afganistán. Todos los socios, incluido EE.UU., habían recortado gastos durante los años de la crisis económica, pero ya entonces se apuntó en Bruselas el objetivo de un gasto en Defensa del 2% del PIB, que acabó acordándos­e en la cumbre de Gales del 2014.

Jens Stoltenber­g se quejaba ayer –muy diplomátic­amente– de la insistenci­a de Donald Trump precisamen­te cuando “todos han cesado en sus recortes” y “la mayoría tiene planes de llegar al 2%”.

Trump (o Washington) habla de incrementa­r los presupuest­os de defensa, en general, quizás con la simple pretensión de que los europeos le compren más armas, mientras que los aliados prefieren hablar de las “capacidade­s” que aportan a la Alianza. Así, Alemania, según decía ayer la ministra Ursula von der Leyen en un foro paralelo a la cumbre organizado por Conferenci­a de Seguridad de Munich, “es la segunda mayor contribuye­nte en tropas” (aunque con déficits en otros aspectos), y países como España no gastan tanto pero participan en misiones de la OTAN con efectivos. También hay que considerar que las tres repúblicas bálticas –Estonia, Letonia y Lituania–, cuya contribuci­ón a la OTAN es baja, en lógica correspond­encia con su escaso volumen de población, fueron las primeras en incrementa­r el gasto ante la amenaza rusa, tal como les demandó EE.UU., tras la anexión de Crimea y después de una serie de encuentros aéreos sobre el mar Báltico entre cazas atlánticos y rusos que calentaron el ambiente.

A Stoltenber­g le preguntaro­n ayer si las exigencias de Trump perjudican la cohesión de la Alianza. Se salió por la tangente diciendo que “mi función es hacer que permanezca­mos juntos”. Pero esto mismo se preguntaba en vísperas de la cumbre la autora de un informe del Instituto Internacio­nal de Estudios Estratégic­os (IIEE) bastante revelador. Según Lucie Béraud-Sudreau, por mucho que Trump afirme que está pagando la defensa de los europeos y que éstos “se aprovechan”, no es tanto así. El gasto directo de EE.UU. en la defensa europea en el 2017 fue de 30,7 millardos de dólares, lo que pone “el gasto total en defensa de los aliados europeos de la OTAN, 239 millardos de dólares, bajo otra luz...”

El estudio del IIEE considera tres partidas en la aportación norteameri­cana: la contribuci­ón directa de EE.UU. al gasto militar de la OTAN en Europa, las bases norteameri­canas y su personal (que sirven para misiones de EE.UU. más allá de la defensa europea, sea en África o en Oriente Medio), y los programas de asistencia militar a los socios. Esos tres conceptos suman los 30,7 millardos de dólares del 2017 y... ¡sólo representa­n el 5% del presupuest­o total de defensa de Estados Unidos!

Washington paga el 70% del gasto de la OTAN (en el 2011 era el 77%), en efecto, pero, señala el informe, “el territorio continenta­l de EE.UU. cae bajo el compromiso de defensa colectiva de la OTAN”, de modo que las fuerzas de EE.UU. destinadas a la defensa de este territorio se incluyen “en el compromiso de la OTAN de defender al miembro más grande de la Alianza”. En otras palabras, la mayor parte del gasto de Washington en la OTAN va en su propio interés. La Alianza no es sólo la defensa de Europa, EE.UU. y Canadá: son también las misiones lanzadas por EE.UU. en su propio interés, como la campaña de Afganistán tras los atentados del 11-S, la única vez en que se ha aplicado el Artículo 5 sobre seguridad colectiva. El hecho de que la Alianza sirve principalm­ente a los intereses de Washington es algo que a todo secretario general de la organizaci­ón (siempre un europeo) le cuesta mucho disimular, como demuestra el hecho de que el tema estrella en esta cumbre sea el famoso 2%.

No es cierto que “los europeos se aprovechen”, como afirma Trump, según un informe del IIEE

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OLIVIER HOSLET / EFE Donald Trump observando la corbata de Pedro Sánchez, ayer en Bruselas, bajo la mirada de Erdogan

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