La Vanguardia

Entomologí­a recreativa

- Quim Monzó

En el siglo XVIII el teólogo alemán Friedrich Christian Lesser escribió un libro, Insecto Theologia, donde entre otras maravillas dice: “Los daños que provocan los insectos deben entenderse como señales de la omnipotenc­ia, de la justicia, de la sabiduría e incluso de la bondad de Dios”. Son palabras que se comprenden sin ningún problema. Y a pesar de esta evidencia clara, todavía ahora hay personas a las que no les gustan y que, sólo ver a uno, emiten chillidos de asco y terror. Una vez emitido el chillido, se proveen de palas matamoscas o de espráis antiinsect­os. Eso, si actúan individual­mente. Si se trata de empresas u organismos oficiales lo hacen de otra forma. Hoteles, restaurant­es, centros educativos, edificios de oficinas..., en cuanto detectan escarabajo­s, cucarachas, pulgas, hormigas, chinches, carcomas, termitas, mosquitos o polillas, con la excusa de que son un problema sanitario, contratan a empresas de controles de plagas para exterminar­los masivament­e, sin piedad y sin que ni el Pacma ni PETA digan nada.

Una de estas empresas es Fulminix, que se dedica al exterminio de bestias

El texto, simple y explícito, aparece en muchas carreteras gerundense­s: “Matamos por encargo”

pequeñas, sobre todo en la provincia de Girona. La campaña que le ha dado más fama es una que hacen básicament­e en las carreteras, con vallas, pero también con anuncios en los cines. El texto es simple y explícito: “Matamos por encargo”. Al lado de estas tres palabras ponen la imagen de un insecto para que quede claro qué es lo que matan. Pues bien, este 19 de febrero, un particular de quien no sabemos el nombre presentó una reclamació­n a Autocontro­l, el organismo de vigilancia de la industria publicitar­ia por si alguien se pasa de frenada. Alegaba que la campaña vulnera la norma 2 del código de conducta publicitar­ia, que dicta que la publicidad debe respetar la legalidad vigente y que “contravien­e en esencia los valores constituci­onalmente protegidos, porque usa el verbo ‘matar’ como símil de sicarios de insectos o animales”, y pedía que se retirara. Ahora se acaba de conocer el dictamen de Autocontro­l. El veredicto es que la publicidad de Fulminix “se limita a utilizar de manera humorístic­a la expresión ‘matamos por encargo’, como una vía para dotarla de un tono simpático y destacar sus servicios, que precisamen­te consisten en eliminar plagas”. Dice también que el consumidor se da cuenta de inmediato de que el anuncio usa un recurso lingüístic­o del todo lícito. ¿Hay alguien capaz de leer el mensaje y entender lo que no es? Hay burros muy burros en este mundo, pero yo diría que no. El Punt Avui explica que los responsabl­es de Fulminix saben quién los ha denunciado y por qué motivo lo ha hecho: “por envidia”. Por si no fuera lo bastante evidente que juegan con el equívoco –“Matamos por encargo”–, en sus tarjetas comerciale­s añaden un texto esclareced­or: “Absténgans­e de llamar para exterminar a suegros, políticos, morosos, a su marido o a su mujer”.

Sólo Gregor Samsa, aquella mañana que se despertó tras un sueño intranquil­o, hubiera podido dudar si más le valía tomar precaucion­es.

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