Religión en la escuela
En su interesantísimo ensayo La creación del patriarcado, Gerda Lerner explica que una religión se estructura en torno a tres preguntas: ¿quién crea la vida?, ¿quién es culpable del mal? y ¿quién puede hablar con la divinidad? A medida que los varones, en un proceso de miles de años, adquieren colectivamente poder sobre las mujeres, la religión refleja y legitima el nuevo estado de cosas.
El Antiguo Testamento lo cristaliza en las respuestas, inequívocamente patriarcales, que da a las preguntas en cuestión: la vida la crea una figura masculina, Dios Padre (en lugar de las antiguas diosas de la fertilidad); la culpa del mal la tiene una mujer desobediente, Eva; sólo los hombres pueden ser sacerdotes e interpretar la palabra de Dios. Las mujeres están incluso excluidas del pacto entre Yahvé y el pueblo elegido, puesto que su marca es una que sólo puede hacerse en el cuerpo masculino, la circuncisión. Por si todo eso fuera poco, luego viene el Nuevo Testamento y nos presenta el nacimiento del Salvador no como fruto de un proyecto de dos, sino como una decisión del padre (“de intención”, diríamos hoy), que utiliza a la mujer como instrumento: él desea, ella sólo “consiente” (diríamos hoy) y acepta ser “la esclava del Señor”. En todo el Evangelio la Virgen apenas dice nada (es Jesucristo, un hombre, el que piensa, habla, decide); sufre mucho, eso sí, y su recompensa consiste en ocupar en el cielo un lugar subordinado al Padre. Ahora díganme: ¿ustedes creen que unas niñas a las que se ha enseñado todo esto como cosa cierta –“palabra de Dios”– se considerarán iguales a los hombres en valía y derechos? Parece más lógico pensar que acabarán convencidas, como dice la teóloga Mary Daly, de que “si Dios es varón, el varón es Dios”.
Por eso me ha parecido una excelente noticia, a medias, el anuncio de que el Gobierno quiere implantar una asignatura obligatoria de educación en valores cívicos y éticos (supongo que la igualdad figurará entre ellos) y privar a la religión, actualmente asignatura obligatoria para los centros, aunque optativa para el alumnado, de valor académico. Digo a medias porque la buena noticia entera sería que el relato bíblico, muy bonito, sin duda, pero tan creíble como el espiritismo o el horóscopo, y contradictorio además con valores fundamentales recogidos en la Constitución, se eliminara de la escuela de una vez por todas.