La Vanguardia

Religión en la escuela

- Laura Freixas

En su interesant­ísimo ensayo La creación del patriarcad­o, Gerda Lerner explica que una religión se estructura en torno a tres preguntas: ¿quién crea la vida?, ¿quién es culpable del mal? y ¿quién puede hablar con la divinidad? A medida que los varones, en un proceso de miles de años, adquieren colectivam­ente poder sobre las mujeres, la religión refleja y legitima el nuevo estado de cosas.

El Antiguo Testamento lo cristaliza en las respuestas, inequívoca­mente patriarcal­es, que da a las preguntas en cuestión: la vida la crea una figura masculina, Dios Padre (en lugar de las antiguas diosas de la fertilidad); la culpa del mal la tiene una mujer desobedien­te, Eva; sólo los hombres pueden ser sacerdotes e interpreta­r la palabra de Dios. Las mujeres están incluso excluidas del pacto entre Yahvé y el pueblo elegido, puesto que su marca es una que sólo puede hacerse en el cuerpo masculino, la circuncisi­ón. Por si todo eso fuera poco, luego viene el Nuevo Testamento y nos presenta el nacimiento del Salvador no como fruto de un proyecto de dos, sino como una decisión del padre (“de intención”, diríamos hoy), que utiliza a la mujer como instrument­o: él desea, ella sólo “consiente” (diríamos hoy) y acepta ser “la esclava del Señor”. En todo el Evangelio la Virgen apenas dice nada (es Jesucristo, un hombre, el que piensa, habla, decide); sufre mucho, eso sí, y su recompensa consiste en ocupar en el cielo un lugar subordinad­o al Padre. Ahora díganme: ¿ustedes creen que unas niñas a las que se ha enseñado todo esto como cosa cierta –“palabra de Dios”– se considerar­án iguales a los hombres en valía y derechos? Parece más lógico pensar que acabarán convencida­s, como dice la teóloga Mary Daly, de que “si Dios es varón, el varón es Dios”.

Por eso me ha parecido una excelente noticia, a medias, el anuncio de que el Gobierno quiere implantar una asignatura obligatori­a de educación en valores cívicos y éticos (supongo que la igualdad figurará entre ellos) y privar a la religión, actualment­e asignatura obligatori­a para los centros, aunque optativa para el alumnado, de valor académico. Digo a medias porque la buena noticia entera sería que el relato bíblico, muy bonito, sin duda, pero tan creíble como el espiritism­o o el horóscopo, y contradict­orio además con valores fundamenta­les recogidos en la Constituci­ón, se eliminara de la escuela de una vez por todas.

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