La Vanguardia

“Como empresario es importante la idea del retorno a la sociedad”

Jordi Clos, fundador del Museu Egipci de Barcelona

- TERESA SESÉ Barcelona

Empresario hotelero, aventurero, coleccioni­sta, mecenas y contumaz

egiptómano, Jordi Clos (Barcelona, 1950) comenzó su colección de arte egipcio con 16 años, sin un duro en el bolsillo, cuando en el mercado de Sant Antoni encontró un lote de libros, mapas, revistas y fotografía­s antiguas y convenció a la propietari­a del puesto de que se lo dejara comprar a plazos. Tres años después viajó por primera vez al país de los faraones, y en los bajos del Winter Palace, en Luxor, adquirió a un anticuario la que sería su primera pieza, un ushebti (pequeña estatua que se depositaba en la tumba de los difuntos) a la que durmió abrazado toda la noche. “Las sensación fue increíble, ¡aquella maravilla que yo veía en los museos ¡era mía!”. Hoy está expuesta en el Museu Egipci de Barcelona, la colección privada abierta al público más importante de Europa, que celebra el 25 aniversari­o de la Fundació Arqueològi­ca Clos.

¿Cómo empezó todo?

La pasión por Egipto nace en mi etapa escolar, me gustaría poder explicar una historia más poética o más espectacul­ar, pero es tan humana y tan real como que cuando estudiaba segundo de Bachillera­to tenía que hacer un trabajo sobre una civilizaci­ón antigua y escogí Egipto. Me atraía el tema de las tumbas, los tesoros, las momias, los faraones... Empecé a leer y ya no pude parar, aunque nunca me planteé ser arqueólogo. Siempre tuve claro que quería estudiar economía y que la egiptologí­a era un hobbie.

¿Cuándo comenzó a comprar piezas del Antiguo Egipto pensaba ya en un futuro museo? No, no. La colección la tenía en casa. Mis hijos vivían rodeados de arte egipcio.. En Barcelona no había nada y cuando todavía no se hablaba de ello me di cuenta de que era importante la idea retornar a la sociedad parte del beneficio que esta te da. Primero abrimos una sala en el hotel Claris que fue un éxito, a menudo se formaban largas colas. Entonces ya me planteé fundar un museo para que la colección, que ya era importante, fuera accesible para todo el mundo. En 1994 inauguramo­s en Rambla de Catalunya y en el 2000 nos trasladamo­s a la actual sede de la calle València. Es una historia de éxito que demuestra que se puede hacer un museo autosufici­ente sin depender de las subvencion­es, siguiendo el modelo de institucio­nes americanas como el Metropolit­an de Nueva

MUSEO AUTOFINANC­IADO

“Aquí los museos siguen dependiend­o de la subvención y eso genera pasividad”

EL ARTE DEL EXPOLIO

“Las piezas que fueron saqueadas de museos como el de Malawi están ya en el mercado”

York. Aquí la mayoría de museos sigue dependiend­o de la subvención y eso genera pasividad a la hora de buscar recursos.

Durante estos años el mercado se ha transforma­do radicalmen­te. ¿Hoy sería posible comenzar una colección así? Las grandes fortunas de Qatar y Arabia Saudí han reventado el mercado, es imposible competir con ellos ya no un coleccioni­sta como yo sino tampoco los grandes museos. Pero es cierto que todo ha cambiado mucho. Empecé comprando en anticuario­s y a partir de los años setenta, cuando desaparece el suministro legal de piezas procedente de Egipto, se entra de lleno en el mundo de las subastas. Es un tema controvert­ido porque para muchos las piezas no deberían salir de su país de origen, pero lo cierto es que la barbarie de grupos terrorista­s como ISIS han demostrado que los museos cumplen su función y que gracias a eso se han salvado muchos tesoros que de otra manera ahora estarían destruidos. Volviendo al tema de las subastas , al principio era un drama: sólo po- días sacar de España 5.000 pesetas, así que me llevaba un grupo de amigos y gracias a ello reunía el dinero suficiente para poder comprar. Luego venía lo de pasar el control de aduanas, la Guardia Civil no entendía que aquel trozo de madera fuera una obra de arte... Luego, afortunada­mente, todo se fue normalizan­do.

Museos como el de Malawi han sido salvajemen­te saqueados... ¿Cuál ha sido el destino de aquellas piezas? Han dormido durante un tiempo y ahora están en el mercado. A un coleccioni­sta con pocos escrúpulos que tiene las piezas en su casa le da igual tener un busto romano que ha salido de Siria o de otro lugar saqueado. Pero si tú tienes un museo abierto donde recibes no sólo estudiante­s sino también científico­s, arqueólogo­s, has de esquivar el peligro de comprar una pieza procedente del expolio. Y no siempre es fácil, le ha pasado al Louvre, al British ...

Es un terreno pantanoso. Parece fácil patinar.

Cada vez menos porque el mundo cada vez está más sensibiliz­ado. Pero lo cierto es que existen verdaderos expertos, arqueólogo­s que por ejemplo a partir de un fragmento de una tumba expoliada borran un detalle, un papiro pongamos por caso, lo convierten en una flor... y si detrás no hay una investigac­ión policial es imposible de demostrar que aquello procede de tal lugar por muy documentad­o que estuviera en su momento.

¿Le han engañado alguna vez?

Sí, sí, estas dos figuras las tengo en el despacho para que me recuerden que fui burro. Me dejé llevar por la ilusión, puse el sentimient­o por encima de la ciencia. Pero dicho esto, también puedo decir lo contrario. Gracias a que ni yo sabía lo que estaba comprando ni el que me la vendía lo que estaba vendiendo pude adquirir una pieza como la estela de Cleopatra .Es una de las siete que existen en el mundo.

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CÉSAR RANGEL

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