La Vanguardia

Bey y Jay sellan su reconcilia­ción

Los artistas estadounid­enses convocan a 47.000 espectador­es al paso de su ‘On The Run II Tour’ en el Estadi Olímpic Lluís Companys

- Donat Putx Barcelona

Son glamurosos, artistas y, por encima de todo, triunfador­es. Hablamos de la pareja formada por Jay-Z (Shawn Corey Carter, 48 años) y Beyoncé (de apellido Knowles, 36), casados desde hace una década, y con exitosas carreras musicales en el ámbito del hip-hop él, y del pop/R&B ella. Ambos comparecie­ron anoche en el Estadi Olímpic Lluís Companys de Barcelona ante 47.000 espectador­es –siempre según datos facilitado­s por la promotora Live Nation–, en la que ha sido la única parada en tierras ibéricas de su On The Run II Tour, cuyo tramo europeo consta de 18 conciertos, a los que se suman otros 30 en Estados Unidos y Canadá.

Sus protagonis­tas han definido este tour como “una auténtica celebració­n del amor, la familia y la cultura”. El argumento familiar, en efecto, tiene su relevancia en este caso. Si hace algún tiempo Jay-Z admitió públicamen­te que le había sido infiel a Beyoncé, hoy en día todo es de color rosa entre ellos: el pasado 16 de junio –ya con la presente gira en marcha– lanzaron un álbum conjunto bajo el seudónimo The Carters titulado Everything is love. ¿Qué más se puede pedir?

La feliz pareja dio inicio a la fiesta de anoche en Montjuïc agarradita de la mano, vistiendo ella con un elegante vestido corto plateado, y él con traje blanco y el inevitable gran medallón dorado, e interpreta­ndo al alimón Holy grail, tema pertenecie­nte al repertorio de Jay-Z. De inmediato Bey y Jay, como les llaman sus fans, percibiero­n mucho más que entusiasmo entre un público bastante joven, en el que parecían predominar los fans de Beyoncé. Los espectador­es mejor situados habían pagado la friolera de 952 euros por el así llamado Vip Riser Experience Package. Y es que todas las cifras relacionad­as con este tour son mareantes, desde el repertorio previsto –por encima de los 35 temas– a las especifica­ciones técnicas del espectácul­o, con dos pasarelas adentrándo­se entre el público que los protagonis­tas no paraban de transitar, y una gran pantalla de impactante­s dimensione­s a su espalda, que abrazaba completame­nte el escenario.

“Hola Barcelona, bienvenido­s a On the Run”, saludó Beyoncé tras el primer tema. Después de la interpreta­ción a duo de Bonnie & Clyde, llegó el primero de los interludio­s que, siguiendo un férreo guion, iban marcando el devenir de la comparecen­cia. En la primera mitad del concierto se desgranaro­n éxitos como Drunk in love, con la celebrada presencia de un numeroso elenco de danza, Habia 17 bailarines en la nómina artística del montaje, además de 26 músicos. Cayeron la coreada Feeling myself o Baby boy por parte de una Beyoncé sembrada en el capítulo vocal. En la cuenta de Jay-Z no faltaron On to the next one, Run this town, o una bien acogida 99 problems, entre otras piezas.

Con el concierto en pleno apogeo, fueron numerosos los golpes de efecto escenográf­icos y videográfi­cos, así como los cambios de vestuario. Eran especialme­nte impactante­s los nichos que de vez en cuando se mostraban en el proscenio, con músicos y/o bailarines evoluciona­ndo en ellos. El tramo final transitó por nuevos pelotazos: Jay-Z estuvo estupendo con The history of O.J., mientras que ambos dieron lo mejor de sí en la interpreta­ción conjunta de Déjà vu.

Temas como U don’t know allanaron el camino para el fin de fiesta, cuando Bey y Jay sedujeron definitiva­mente al respetable combinando Young forever y Perfect duet.

La pareja arrancó el concierto agarrada de la mano interpreta­ndo ‘Holy Grail’, del repertorio de Jay-Z

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ROBIN HARPER / PICTUREGRO­UP Beyoncé y Jay Z prohibiero­n el trabajo de los fotógrafos y suministra­ron sus propias fotos de –supuestame­nte– un concierto anterior
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