La Vanguardia

¿Por qué sube la vivienda?

- Miquel Puig

Por qué sube el precio de la vivienda en Barcelona? Porque su superficie es limitada, porque está completame­nte ocupada y porque cada vez hay más actividade­s que se disputan ese espacio escaso, en particular el del centro de la ciudad.

A menudo, los debates políticos ignoran las verdades elementale­s. El turismo no es la única actividad que disputa espacio a los ocupantes tradiciona­les, pero sí la más importante. Como Barcelona es una de las ciudades más densas del planeta, cada turista adicional que duerme en la ciudad necesita expulsar una familia. Como la familia se resiste a ser expulsada, el barrio, además de gentrifica­rse, se encarece.

Esto no significa que el turismo urbano sea malo, significa que –como todo– tiene costes. Significa también que no se puede tener éxito turístico, precios bajos y barrios con los vecinos de siempre. Significa también que ni los beneficios ni los costes están bien distribuid­os: unos ganan con el turismo urbano, y otros pierden. ¿Quién gana? No los trabajador­es, ya que no hay constancia de que los salarios sean más altos donde hay más turismo. No los tenderos, ya que los aumentos de los alquileres se comen los aumentos de facturació­n (como predice el manual elemental de Economía). No el ciudadano anónimo, ya que es víctima de la saturación de los espacios públicos y del aumento de los precios de la vivienda. Tampoco los empresario­s anónimos, ya que sus trabajador­es necesitan

Con la masificaci­ón turística ganan los propietari­os y el resto de los ciudadanos pierden, poco o mucho

salarios mayores para hacer frente al coste de la vivienda: en palabras del director de economía del Fomento del Trabajo Nacional, Salvador Guillermo, “si el precio de la vivienda sube mucho, presionará al alza el conjunto de los precios y los salarios, y esto afectará al conjunto de la economía”.

¿Quién gana con el turismo urbano? El único ganador (como predice el manual elemental de Economía) es el propietari­o de los inmuebles: de los hoteles, los apartament­os turísticos, las viviendas y los locales comerciale­s.

La gestión del turismo urbano, pues, ha de tener presente esta verdad elemental: con la masificaci­ón turística, los propietari­os ganan; el resto de los ciudadanos pierden poco o mucho. La gestión del turismo urbano debe conseguir que los propietari­os compensen al resto de ciudadanos de manera que el balance sea razonablem­ente satisfacto­rio para todos. Inevitable­mente, esto exige gestionar el turismo: determinar cuántos turistas queremos (y, por tanto, cuántas familias estamos dispuestos a expulsar) y establecer mecanismos para que los turistas beneficien al resto de ciudadanos haciendo que costeen una parte de los servicios públicos. Esta última condición hace absurda la pretensión del sector de que la tasa turística sirva sólo para promociona­r el turismo.

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