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La decisión del tribunal alemán de Schleswig-Holstein de extraditar a Puigdemont sólo por malversaci­ón, y la celebració­n en Barcelona a partir del 2021 de la Integrated Systems Europe, la mayor feria internacio­nal del sector audiovisua­l.

LA resolución del tribunal federal de SchleswigH­olstein concediend­o la extradició­n a España de Carles Puigdemont sólo por el delito de malversaci­ón de fondos públicos abre un escenario judicial y político insólito en España. Tras manifestar­se el obligado respeto a la resolución del Alto Tribunal alemán, deben evaluarse los argumentos de los tres jueces para descartar el delito de rebelión que mantiene en prisión en España a nueve de los líderes del proceso soberanist­a. El tribunal federal descarta que se pueda atribuir a Puigdemont el grado de violencia que requiere una imputación en Alemania por un delito de alta traición. Tampoco considera que el expresiden­t fuera el “líder espiritual” de esa violencia, sino que se limitó a impulsar un referéndum. La resolución pone en cuestión el relato de los autos del juez instructor del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, que ve cómo, después de que Bélgica rechazara la extradició­n de Toni Comín, Meritxell Serret y Lluís Puig, es ahora la justicia alemana quien vuelve a poner en evidencia su trabajo. Tampoco en Suiza, donde se encuentran expatriada­s Marta Rovira y Anna Gabriel, las tesis de Llarena han tenido éxito, y sólo Escocia estudia la extradició­n de Clara Ponsatí, pero por un delito de traición con origen en una ley de 1351.

En espera de que la defensa de Puigdemont decida si presenta un recurso ante el Tribunal Constituci­onal alemán –lo que demoraría el proceso varios meses más–, Llarena debe decidir si mantiene la solicitud de extradició­n del expresiden­t. De ser así, se ofrecería una imagen judicial que rozaría el esperpento, con exconselle­rs sentados en el banquillo de los acusados por delitos de rebelión y penas de 30 años, mientras el expresiden­t sólo puede ser juzgado por malversaci­ón de fondos, castigado en casos de extrema gravedad con un máximo de doce años. En esta línea, la decisión del tribunal de Schleswig-Holstein puede considerar­se un aviso a navegantes respecto a un futuro recurso ante los tribunales europeos que la Fiscalía General del Estado haría bien en evaluar antes de presentar su acusación para el juicio en el Supremo.

No estamos, pues, ante el desenlace de la situación de Carles Puigdemont en Alemania ni la extradició­n será cuestión de días. Pero en el terreno estrictame­nte político harían bien los gobiernos central y de la Generalita­t en aprovechar la situación para avanzar en la senda del diálogo con serenidad. Es muy saludable que todos los partidos y dirigentes restablezc­an el respeto al funcionami­ento del poder judicial, tanto cuando las sentencias les son favorables como cuando les son adversas. Mientras la justicia hace su trabajo, es hora de construir una relación de confianza que, a su vez, permita salir del laberinto y rebajar la tensión en beneficio de todos, desde los políticos catalanes en el extranjero a los encarcelad­os, desde el Gobierno de Pedro Sánchez al conjunto de los ciudadanos de Catalunya.

No es momento de tecnicismo­s, opiniones de barra de bar o elucubraci­ones interesada­s sobre algo tan riguroso como son las leyes y el sistema judicial de democracia­s como la alemana o la española. La justicia tiene sus ritmos y sus plazos, y sin menoscabo a su contribuci­ón al buen funcionami­ento democrátic­o conviene dejarla en paz. Entre tanto, todos los actores implicados deberían contribuir a hallar una salida al túnel. Catalunya no puede vivir instalada en la tensión permanente –como desean sectores del independen­tismo– ni en la negación de una realidad que exige cauces políticos para encontrar una solución al conflicto.

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