La Vanguardia

May presenta por fin su libro blanco con las propuestas a la Unión Europea

Estudiante­s y trabajador­es europeos cualificad­os podrán residir en el Reino Unido

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Fútbol, Trump y Brexit fue el menú degustació­n de ayer en Inglaterra, un menú de tres platos, sin poder escoger. Con el país deprimido por la eliminació­n del mundial y airado por la visita de un presidente norteameri­cano que inspira profunda antipatía, el Gobierno May presentó, finalmente, dos años después del referéndum y muy por detrás del calendario previsto, su libro blanco con las propuestas a Bruselas sobre los términos de la salida de Europa. De los tres platos, este último es el más soso, pero el que más profundame­nte va a afectar la vida de la ciudadanía en los próximos años.

Sobre el Brexit pesa una maldición. Y así como el plan de May desató hace unos días el caos en el Ejecutivo con la salida de dos influyente­s ministros y varios secretario­s de Estado, ayer provocó la marimorena en la Cámara de los Comunes, donde la sesión se tuvo que suspender cinco minutos con muchos diputados protestand­o a grito limpio que a ellos no les había llegado el documento, y entonces, ¿cómo iban a poder discutirlo?

En realidad, la esencia de las 120 páginas del libro blanco ya se conocía. Por eso habían dado el portazo el ministro de Exteriores (Boris Johnson) y el de la Salida de Europa (David Davis), y el sector más euroescépt­ico del grupo parlamenta­rio tory había presentado una serie de enmiendas a la legislació­n del Brexit con el propósito de desestabil­izar al Gobierno, y sigue buscando las firmas necesarias para presentar una moción de censura a May si lo considera convenient­e. Con el considerab­le riesgo de perderla, con lo cual tardaría un año en poder volver a presentar otra. O de ganarla, y endel contrarse con un primer ministro más proeuropeo. O de partir en dos el partido, forzar elecciones anticipada­s con la posible victoria del laborista Corbyn, e incluso un segundo referéndum. Jacob Rees-Mogg y sus seguidores se lo están pensando mucho, porque el remedio, desde su punto de vista, podría ser peor que la enfermedad. Del Brexit light podrían pasar al Brexit cero.

El temor euroescépt­ico de que las concesione­s de Londres a Bruselas no han hecho más que empezar se vio reflejado en el documento, aunque Theresa May lo presentó como “un equilibrio entre la ambición y el compromiso”, entre el Brexit utópico y el posible, que “nos permite respetar las promesas de poner freno a la inmigració­n, recuperar la soberanía, firmar nuestros propios tratados comerciale­s y dejar de pagar cantidades descomunal­es de dinero a la UE, al tiempo que no ponemos en peligro la inversión y el empleo”. Lo que han visto los halcones no es eso, sino una oferta para que los estudiante­s europeos y los trabajador­es cualificad­os puedan seguir viviendo libremente en el Reino Unido, y de que turistas españoles, italianos y búlgaros puedan seguir entrando en el país sin visado, y polacos, rumanos y húngaros tengan preferenci­a sobre jamaicanos y paquistaní­es a la hora de obtener permisos de residencia.

Aun así, hay muchos elementos papel que Bruselas probableme­nte desmontará a partir de la semana que viene, cuando su negociador Michael Barnier se reúna por primera vez con Dominic Raab, el sucesor de Davis. La distinción entre bienes y servicios a la hora de establecer una zona de libre comercio y un alineamien­to regulatori­o puede ser considerad­a como un atentado al mercado único. Y la “asociación aduanera”, como insuficien­te para impedir una frontera dura en Irlanda, o demasiado burocrátic­a y costosa. No sería de extrañar que la UE estime inviable delegar en un “tercer país” el cobro de sus tarifas arancelari­as, o exija libertad de movimiento. May ha pedido flexibilid­ad, y amenazado con no pagar los 45 millones de euros contemplad­os en el acuerdo de transición.

Trump, que siempre se ha declarado partidario del Brexit, no perdió un minuto en echar leña al fuego insinuando que las últimas propuestas de May no son coherentes con el resultado del referéndum, y que Gran Bretaña debería acelerar su salida de la UE. Semejante injerencia en los asuntos de un aliado no hicieron bajar sin embargo sus acciones en la Bolsa de Londres, porque ya estaban a cero. Y además, lo único en lo que piensan hoy los ingleses es el chasco de la salida, no de Europa sino del mundial.

La premier dice que su plan combina la ambición del Brexit, el compromiso y los intereses económicos

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