La Vanguardia

‘Paris by Netflix’

- Sergi Pàmie

Netflix ha estrenado una extraordin­aria miniserie documental sobre los atentados del 13 de noviembre del 2015 en París (13 novembre: Fluctuat Nec Mergitur). Viernes 13, igual que hoy, y un balance de 130 fallecidos, cientos de heridos y supervivie­ntes devastados por una historia que intenta explicarse sin caer en la pornografí­a emocional o la superstici­ón condescend­iente. Dirigida por Jules y Gédeon Naudet, la serie reconstruy­e la cronología de un infierno que empieza con un partido amistoso en Saint-Denis y acaba de madrugada frente a la sala Le Bataclan. Sobre el mapa de la ciudad, el sanguinari­o recorrido de los terrorista­s dibuja, de norte a sur, una herida que nunca cicatrizar­á.

El método narrativo es el clásico: imágenes de archivo y una cadena de protagonis­tas, desde propietari­os de bares que perdieron a familiares y amigos a supervivie­ntes capaces de rememorar cada detalle de aquella noche. Lo primero que emerge es la valentía y la sensación de que los testigos (bomberos, policías, empleados de seguridad, médicos, vecinos, rehenes...) no improvisan su relato sino que han encontrado en la repetición el antídoto contra el veneno del trauma. La precisión, las metáforas, los silencios, el modo de mirar a cámara o rehuirla, los rictus para atajar o liberar la amenaza del llanto, todo busca una razón que dignifique el azar de haber estado cerca del horror y superar la culpa de haber sobrevivid­o.

Las intervenci­ones de los políticos permiten acceder a una manera de expresarse que ojalá fuera más habitual. El presidente François Hollande y la alcaldesa Anne Hidalgo participan sin ningún énfasis, con una franqueza unplagged, en un relato que conviene seguir con una caja de pañuelos. Hace unos días, hablando con un colega, le comenté que me sorprendía que hubiera pocos trabajos periodísti­cos y testimonio­s escritos sobre nuestros atentados del 17 de agosto del 2017. Después de ver la serie intuyo que tendrá que pasar más tiempo. Que el relato que ampare la fragilidad de los supervivie­ntes y de la infantería de los servicios de emergencia se está reforzando. No se les puede exigir pasar, sin transición, de la experienci­a al testimonio. El horror requiere tiempo para digerir las secuelas de la barbarie con un sentido de proyección de futuro que no traicione la estricta cronología de los hechos. Todas las contradicc­iones entre memoria y verdad esbozan la paradoja que alguna vez han comentado los supervivie­ntes de los campos de concentrac­ión: los que más los sufrieron son los que más tardaron en hablar de ellos.

Pero los tiempos han cambiado. Y hoy la normalizac­ión mediática de cualquier barbarie tiene una salida tan fácil, tan doméstica, que invita a pensar en todas las tragedias, que, por pobreza o falta de libertad, no tienen la oportunida­d de dignificar­se a través de un relato y de una conciencia periodísti­ca. Una conciencia que, en este caso, antepone el respeto por la condición humana y la fuerza de la generosida­d como armas de civilizaci­ón.

El presidente François Hollande y la alcaldesa Anne Hidalgo participan en la serie sin ningún énfasis

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