Francia contra Francia
Similitudes y diferencias entre el equipo que se coronó en 1998 y el actual
Vaya por delante que el hilo conductor de esta historia se llama Didier Deschamps. Capitán de la generación campeona de Francia en 1998 y entrenador de la que aspira a serlo en 2018. De líder en el campo repartiendo instrucciones y, por qué no decirlo, también patadas, a director de orquesta en la banda. Pero Deschamps prefiere no hablarle a sus muchachos de lo que pasó hace veinte años. “Ellos han de escribir su propia historia”, justifica. Alguno, como Kylian Mbappé, ni siquiera habían nacido cuando Zidane se hizo un hueco para siempre en la leyenda de Francia con sus dos goles en la final ante Brasil. Desde entonces Zizou, pero también los Henry, Lizarazu, Dugarry o Petit, han estado omnipresentes en los círculos del fútbol francés, marcando la línea, repartiendo beneplácitos o críticas a los demás. Hoy en día hay otra quinta que puede emularles.
Si se pone en la lupa el equipo actual y el de entonces, hay bastantes similitudes. Empezando por la estructura. En ambos casos se trata de conjuntos muy bien armados. El antiguo, con Deschamps, Petit, Blanc, que se perdió la final por sanción, o Desailly. El actual, con Kanté, Pogba, Matuidi, Umtiti o Varane. Los dos equipos tienen a un joven que prometía comerse el mundo. El de 1998 era Henry, aunque no se había ganado todavía la titularidad. El actual responde al nombre de Mbappé, un fenómeno a sus 19 años. También se producen coincidencias curiosas, como la de los delanteros centros empleados para trabajar más que para golear. El Giroud del presente, que no ha marcado en este Mundial, es el equivalente al Guivarch del pasado (no vio puerta hace dos décadas). En el lateral derecho hay otro punto de unión. Thuram le marcó dos goles en semifinales a Croacia en 1998 y Pavard, otra de las revelaciones de los bleus, metió un tanto monumental contra Argentina. No fue el único defensa en gritar gol, ni entonces (Blanc hizo un gol de oro ante Paraguay en octavos) ni en la actualidad (Varane y Umtiti han sido realizadores en cuartos y en semifinales).
Entrando en el capítulo de las diferencias hay una que, al menos en este momento de las carreras de los futbolistas, es evidente. No hay ningún jugador con la maestría de Zidane. Paradójicamente, si se cogen todos los delanteros, en cambio, la generación que busca el título el domingo se antoja un poco superior porque a Mbappé se le suma Griezmann, que pasa por estar entre los cinco mejores jugadores del mundo. Hace 20 años ni Henry ni Trezeguet, ni por supuesto Dugarry, que jugaba un poco más retrasado, lo eran.
En cambio, en lo que eran superiores los mayores era en personalidad. Si Blanc, Thuram, el portero Barthez (Lloris tiene más cualidades técnicas), Desailly, Deschamps o Petit alzaban la voz, los demás les seguían con sumo respeto. O al menos, esa es la percepción que ha dejado el paso del tiempo. Quizá dentro de veinte años la gente diga lo mismo de Kanté, Varane y Griezmann.
Ganar un título mundial es un pasaporte para estar siempre ligado al fútbol. Por eso, casi todos los campeones han mantenido el vínculo con el balón. Las excepciones son Thuram, dedicado a causas sociales; Barthez, enfrascado en el mundo del automovilismo, y Guivarch, que vende piscinas en la Bretaña. Los tres se han alejado de su deporte. Francia vuelve a estar muy de moda.
PASADO Y PRESENTE
Los dos equipos se parecen en su solidez, pero el antiguo tenía a Zidane y el de ahora, mejores delanteros