Ministras, rebelión, Corinna
Pedro Sánchez está revolucionando este país? Esta semana lo pareció. Sus ministras y ministros dieron muestras de una hiperactividad insólita. Llegaron al Gobierno sin programa y se han propuesto inundar España de iniciativas. Emprendieron una carrera contra el tiempo, porque sólo disponen de dos años, y Sánchez quiere que sean como dos legislaturas. Hacen tantas propuestas, y soltadas a borbotones, que unas ocultan a las otras. Y las ocultaron, sobre todo, dos sucesos sobrevenidos: los audios de Corinna-Villalonga-Villarejo y la sentencia alemana sobre Carles Puigdemont. Los primeros, si responden a la realidad, pueden abrir una crisis institucional. La segunda se entromete en el proceso de desinflamación de Catalunya.
Pero vayamos por partes. El Gobierno y, sobre todo, sus ministras, se mueven por la consigna de Carmen Montón: “Recuperar los derechos arrebatados”. Estas inocentes palabras encierran una carga de profundidad: hacer lo contrario que Mariano Rajoy. En todo: en inmigración y en objetivo de déficit; en memoria histórica, o en intervencionismo en el mercado de la vivienda. Como nuevos que son, tienden a considerar que el Gobierno puede resolverlo todo: basta proponérselo. ¡Incluso Magdalena Valerio sueña con el equilibrio de las cuentas de la Seguridad Social en cinco años! Pero hay que anotar en su haber que muestran la sensibilidad que se podía esperar de un Ejecutivo socialista ante las injusticias sociales. El tiempo dirá si todo está pensado para ganar las elecciones o es un proyecto serio de gobernación. Y la intención se parece mucho a la inicial de Alfonso Guerra: “A este país no lo va a reconocer ni la madre que lo parió”.
Pero todo esto, aunque meritorio, es lo fácil. Lo difícil es afrontar la sentencia alemana sobre Puigdemont, entre una derecha que propone nada menos que romper el tratado de Schengen como represalia por la humillación al Supremo y un independentismo que canta victoria con el argumento de que la justicia española sirve a un Estado opresor. Lo complicado es gestionar una crisis donde, por una parte, se propugna el deshielo y, por otra, se alimenta la anulación del delito de rebelión. Y ahí no es suficiente el comodín del respeto a las decisiones judiciales. La sociedad espera el pronunciamiento político, porque en Catalunya ese pronunciamiento es claro y desemboca en la excarcelación de los presos.
Y complicadísimo es el episodio de las confesiones de la amante Corinna. Este cronista ya expresó en estas páginas sus dudas. Entre ellas, sobre la autenticidad de la voz grabada y la intención oculta de Villarejo, que niega ser autor de la filtración, pero no puede negar la autoría de la grabación. No desmentido por Corinna que la voz sea auténtica, al Gobierno le corresponde tomar la iniciativa. Tampoco vale el “no afectan a Felipe VI, son antiguas y ni las consideramos” tras el que se escudó la portavoz, Isabel Celaá. ¿Cómo que el Gobierno no considera unas acusaciones tan graves? Eso es escabullirse. Tiene que promover una investigación. Pasar del episodio no hace más que aumentar las sospechas de la sociedad.