La Vanguardia

La pelota, en la Fiscalía

- Pilar Rahola

Es muy posible que el juez Llarena haga suya la obtusa tradición castiza del sostenella y no enmendalla y se retire de la extradició­n de Puigdemont para mantener el delito de rebelión en la causa global. Eso asegura Ekaizer, bien nutrido por la informació­n de sus gargantas profundas.

Es decir, lejos de asumir la derrota internacio­nal de sus gravísimas acusacione­s penales, con la rebelión como piedra angular para justificar la represión contra los líderes catalanes, parece que Llarena se inclinará por un “Santiago y cierra España”, a pesar de la pésima imagen que dará a la justicia española. No olvidemos que ya se retiró de la euroorden de Bruselas, justamente porque la perdía, pero lo de Alemania es mucho más grave. Llarena ha hecho trabajar durante meses a un juzgado alemán y lo ha sepultado con miles de páginas de justificac­ión en castellano, mientras el discurso en España se arropaba de la enfática afirmación que la justicia alemana era seria. No olvidemos que Alemania era ese “país amigo” que justamente defendía como nadie la unidad del Estado. Pero justo cuando la seria justicia alemana hace una seria sentencia contraria a sus poco

El tiempo dirá hasta qué nivel han llegado los daños que ha provocado Llarena al sistema judicial

serias tesis, entonces resulta que no es seria, que no la cree, que no hacía falta tanto sesudo trabajo y que ha hecho perder el tiempo y los recursos a dos sistemas judiciales, el español y el alemán. Es posible que practique la idea del control de daños y opte por la convicción de que no aceptar la extradició­n es el daño menor, pero es un daño ingente a su ya dañado prestigio, una imagen patética para el sistema judicial en su conjunto y un horror para la imagen de la España moderna y avanzada que quiere proyectar Pedro Sánchez. El tiempo dirá hasta qué punto de profundida­d llegaron los daños que ha provocado Llarena al sistema judicial, pero de momento parece que no se para. Perpetra, así, un peculiar homenaje al Spain is different que popularizó Fraga en los años sesenta, cuyo mensaje era cierto: España era diferente a Europa en derechos civiles y democrátic­os, básicament­e porque los vulneraba todos.

En cualquier caso, y diga o haga o lo que diga o haga Llarena, alguien en el Estado tendrá que parar esta locura, olvidarse de la rebelión y poner en la calle a los dirigentes catalanes que nunca debieron pisar la cárcel. Y ese alguien debe ser la Fiscalía General, cuya nueva inquilina, la fiscal María José Segarra, no parece inclinada a perpetrar el ridículo de Llarena. Como aseguraba hace poco el doctor Queralt, si la Moncloa quiere, los presos no se mantienen en la cárcel ni dos minutos más.

Sólo basta dejar claro que no se abona el relato del golpismo. En todo caso, Segarra tiene la pelota en su campo: o blinda a Llarena, y se hunde internacio­nalmente con él, o salva al Estado de un ridículo aún mayor, y hace lo correcto: descrimina­lizar un conflicto político que nunca debió ser criminaliz­ado.

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