Catarsis colectiva
El rey de los mariachis (que, por cierto, es mexicano sólo de adopción, porque nació en Puerto Rico) sigue bien… Haciéndose perdonar todos sus desplantes. Tras haber demostrado en los últimos días en Madrid, Sevilla, Marbella y hasta en el Sant Jordi de Barcelona… que ya puede con sus demonios, ayer alargó la que ya parece ser, por fin, una buena racha con un nuevo baño de masas. A lo grande, definitivo para su ego. En los jardines de Cap Roig. Todas (y todos, aunque su público tira más a femenino también hubo hombres , muchos sospechosamente vestidos y peinados como él) cantaron y algunas hasta lloraron con Luis Miguel en una contagiosa catarsis colectiva que dejó un poco más atrás tanto tiempo de silencio.
Si la cosa sigue con el ritmo de anoche a los pies del castillo ampurdanés. el perdón de las auténticas fans está servido. Puede que les ablandara el entorno. O, quien sabe, su aroma: el jardín botánico más romántico de la zona fue un regalo que el coronel ruso Nicolai Woevodsky hizo a su esposa, la aristócrata inglesa Dorothy Webster en 1927, y mezcla la singularidad de 1.000 especies originarias de todas las esquinas del Mediterráneo... Puede que fuera por esa brisa que muchos creyeron que acabaría descargando una para nada apetecible tormenta en esa noche ya cargada de los “Ay, ay, ay” del rey y sus charros y tantísimas emociones… O, y seguramente será por eso, puede que todas los fans (los auténticos), los que verdaderamente saben lo que él quiere, llegaran ya entregados de antemano tras revelaciones sobrecogedoras que han visto en Luis Miguel: la serie, una producción biográfica que supervisa el propio cantante y que habla de casi todo lo suyo. De la compleja relación con su padre, de la desaparición de su madre, de sus 28 novias…, pero todavía no (pero ya llegará, esto tiene que durar dos temporadas más) de su transformación física tan evidente cuando se acerca al público: las fans perdonan pero no olvidan.
Con su sonrisa más tirante que nunca (y que le otorga un brillo extraño pero brillo, al fin y al cabo); con todas sus manías; con todo su séquito .... el Sol enamoró y se enamoró de Cap Roig. Él, el rey, llegó al que anoche fue su castillo directo del aeropuerto de Girona tarde y a bordo de un coche de cristales súper tintados (y con una cortinilla para marcar distancias con el conductor) y luego lo dio todo durante dos horas. Pero también lo tuvo todo.
Tuvo su ejército de mariachis. Tuvo sus 48 rosas blancas (tantas como años tiene y todas de tallo largo) que había pedido para su camerino… Tuvo a su disposición una cámara de oxígeno… Y sobre todo tuvo esa entrega de una concurrencia (con Tamara entre sus filas) que soportó, con algún pito que otro, 53 minutos exactos de retraso (los mismos que en Barcelona: ¿será otra de sus manías?).. Pero que luego se levantó de sus asientos para seguirle (y se insiste, en algún caso para llorar y llorar) en su Tú solo tú ysu Amor, amor, amor... Hasta su cena vegana tuvo el Sol, pero esta vez con estrella. Porque tanto la suya, como la de Jaume Giró y algún que otro alcalde de la zona que no perdió ayer la oportunidad de agrandar el ego incontenible de Luis Miguel en Calella, llevaron una vez más la firma de Via Veneto.
La preocupación de Pere Monje por hacerlo todo sostenible ha ayudado y mucho a que este festival se convierta en el único del mundo en recibir la certificación Biosphere.Para sus espacios gastronómicos (el restaurante y la zona de tapas) Via Veneto se ha traído lo mejor. Sus copas Riedel y su equipo de Barcelona al completo. Pero los platos los elabora con productos de kilómetro cero. Pescado de Palamós, aceite de Ermedàs, recuit de Fonteta…y la inspiración de Josep Pla que ha derivado en un suquet de peix a la altura.¿Se imaginan? Todo eso tuvieron a su alcance el público y los mariachis. Y también Luis Miguel, pero muy tarde, tras el concierto y evitando, claro, el pescado. Es lo que tiene ser vegano.