‘Allez, les danseurs’... a pesar de la lluvia
Peralada recibe con cariño a la impetuosa ‘troupe’ del Ballet du Capitole de Toulouse y su refrescante ‘Giselle’
Como aseguraba Kader Belarbi, el director del Ballet du Capitole de Toulouse, la primera vez es siempre especial, se crea una energía eléctrica. Y no se refería precisamente al estreno de una pieza, pues su montaje de Giselle con el que se presentaba ayer en Peralada data del 2015, sino al debut de su compañía en este festival. “Y es que además se trata de una plaza emblemática”, decía. Y Berlabi, bailarín de la llamada “generación Nuréyev”, sabe de que habla. De padre argelino y madre francesa, este bailarín y coreógrafo se formó en París y pasó toda su vida en el Ballet de la Opéra de París, de 1980 al 2008. Y allí fue nombrado étoile en 1989 por el mítico bailarín ruso, cuando dirigía la compañía.
Sí, Peralada se ha convertido en un liceo de verano para los profesionales de la danza y la lírica. Pisar este escenario no es cualquier cosa. De manera que la expectativa era ayer doble, por parte del público y por parte de los artistas. Y los resultados no defraudaron ni a unos ni a otros, a pesar de una intermitente amenaza de lluvia. La audiencia acogió esta Giselle de corte clásico como si fuera la primera, y empatizó rápidamente con los sutiles retoques que Belarbi introduce en la coreografía original de Perrot y Coralli. No por casualidad: enfatizar el entorno de la protagonista, esa joven cándida que vive en una aldea de viticultores, acaba siendo un guiño involuntario para el público de este rincón del Empordà.
La troupe de bailarines –entre cuyas primeras espadas despuntaban rusas, un cubano y alguna asiáticas– puso toda su energía y savoir faire en un cuadro coral: el de los campesinos gozando de sus danzas mundanas y los nobles arrancándose también a bailar. ¡Bingo! No hay como comenzar este clásico del repertorio con una vibrante fiesta. Pues este momento en que se introducen los personajes –la campesina y su enamorado duque Albrecht camuflado de aldeano, junto con las respectivas parentelas– puede fácilmente caer en sopor. Sólo hay que fijarse en cómo se han aproximado a él los coreógrafos que como David Dawson han hecho su versión del cuento: con una frescura deliciosa en esos primeros bailes, alados y frenéticos al tiempo...
Pues bien, algo de eso hubo anoche en Peralada, aunque sin sacrificar un ápice del lenguaje clásico, con lo cual se rindió homenaje al género sorteando las escenas soporíferas propias del siglo XIX y el romanticismo. La ovación final se la llevó, claro, la rusa Natalia de Froberville, que hizo una Giselle lo suficientemente naif al principio y lo suficientemente expresiva una vez cae en la cuenta de quien es Albrecht... de que su amado está prometido con una noble. Destrozada, enloquece y muere, para convertirse en uno de esos espíritus –las Willis– que vagan de noche por el bosque eliminando a los hombres que osan pisarlo. La réplica a esa fábula de la venganza la dio el extrovertido cubano Ramiro Gómez Samón. Espectacular Rouslan Savdenov, como el pobre Hilarion. El drama acabó en prolongados aplausos.