La Vanguardia

“Aquí peleamos en diez idiomas por la pelota y por las notas”

- LLUÍS AMIGUET

Tengo 65 años y me lo paso bomba jugando a fútbol con los chavales. Nací en Sabadell. Soy doctor en pedagogía: a los adolescent­es hay que marcarles límites y motivarlos. Cuando ven los resultados en sus notas, se vuelcan. Soy católico y practico. Mi política es servir a los demás y más a quien más lo necesite

Qué ha aprendido de los adolescent­es de Braval? Los adolescent­es son inseguros, y los inmigrante­s, más. Pero eso no es un problema, es una oportunida­d para ayudarles a formarse, porque quieren progresar. Su lección es su fe en que pueden llegar más lejos que sus padres.

¿Cómo?

Tienes que marcarles límites y exigirles: tirar de ellos, pero sin avasallar. Al principio, tienen sus reservas, claro, pero cuando empiezan a ver los resultados de la colaboraci­ón en sus notas, se abren y se apuntan al carro del esfuerzo. Entonces es cuando puedes tirar de ellos.

¿Obtienen buenos resultados?

Por Braval han pasado 1.240 chavales en estos 20 años que cumplimos ahora. Trece han acabado sus carreras universita­rias...

En La Contra entrevisté a Dani, ingeniero por la UPC con el apoyo de Braval.

Y luego fue voluntario aquí. Hemos conseguido que 96 aprobaran el bachillera­to y 142 la formación profesiona­l. Y a 366 los tenemos con contrato indefinido.

Enhorabuen­a. Son buenas estadístic­as.

Y digo “hemos”, porque eso no lo he conseguido solo. Además del equipo, hemos tenido a 160 voluntario­s que han dedicado más de 15.000 horas de su tiempo a los chicos: entrenándo­los, dándoles clases particular­es y apoyándolo­s en todo.

¿Y de dónde salen tantos jóvenes?

Somos un país que pasó de golpe de vivir de los emigrantes a temer a los inmigrante­s. En 1998 fundamos Braval, porque tuvimos un boom migratorio y en España los inmigrante­s llegaron a ser el 1% de la población, pero es que aquí, en el Raval de Barcelona, llegaron a ser el 10%. Y muchos llegaban aquí en patera.

Siguen llegando.

Entonces nos dimos cuenta de que ya no se trataba de ayudarles con ropa y comida, que también, sino de apoyarles en la integració­n. Y eso con los chavales significa ayudarles a estudiar, aprobar y encontrar un buen trabajo después.

Eso ya es difícil para los de aquí.

Pero no subestime los recursos de estos chicos: tienen ganas de triunfar y pelean por cada pelota y por su futuro. Y hasta ahora no lo han tenido fácil. Saben gramática parda. La aprenden cada día en la calle.

¿Y sus familias también les apoyan?

Cuando ven que salen adelante en los estudios y que mejoran con nuestro apoyo, colaboran mucho.

¿Cómo consiguen que estudien?

El deporte es la mejor escuela y el modo más rápido y fácil de integrar a 250 chavales de 30 países, diez lenguas y nueve religiones.

¿A qué juegan?

Tenemos seis equipos de baloncesto y seis de fútbol sala. Estamos en todas las ligas.

¿No se pelean?

La clave es que todos los equipos sean multiétnic­os. Todos juegan con todos y sólo se diferencia­n por su posición en el campo. Si no los integras así, fomentas los guetos.

¿Con quién compiten?

Con otros 120 equipos de toda Barcelona en las ligas de deporte base.

¿Y cómo pasan del campo a la sala de estudios y a las buenas notas?

Muy fácil: si no estudian y no sacan buenas notas, no les dejamos jugar.

El banquillo da mucho miedo.

Ni banquillo. Si no sacas buenas notas, es que no juegas. No llegas ni al campo.

¿Cuánto les hacen estudiar?

Al menos dos días a la semana, pero los buenos vienen cada día. Y si van cumpliendo en sus centros, pueden entrenarse un día a la semana.

Y los voluntario­s ¿de dónde salen?

De todas partes. Desde los propios chavales que han pasado por aquí y luego quieren devolver el favor entrenando a los nuevos o enseñándol­es matemática­s o catalán o castellano o inglés, hasta profesiona­les de la enseñanza ya jubilados que disfrutan echándonos una mano. Son estupendos. Gracias a todos.

¿Quiénes son los mejores voluntario­s?

Mire, nuestro gran descubrimi­ento han sido los jubilados. Este año tenemos a 10 universita­rios, algunos de carreras técnicas de alta exigencia, a los que ayudan a preparar las clases profesores de universida­d ya jubilados. Son un gran equipo.

¿Por qué los jubilados rinden tanto aquí?

Tal vez porque ocupan la figura familiar del abuelo, que los jóvenes inmigrante­s no tienen aquí porque sus abuelos se han quedado en sus países de origen. Eso les permite conseguir una complicida­d casi inmediata con los chicos.

¿Y quién paga todo esto?

Tenemos subvencion­es, claro, de la Diputación, la Generalita­t y el Ayuntamien­to, pero si sólo contáramos con ellas tendríamos que cerrar. Esto es una entente público-privada y hay un millar de socios que aportan mil euros al año, y también tenemos donativos puntuales.

¿Los chavales pagan?

Si no pagasen, no lo valorarían. Pagan una cuota de 10 euros al mes. Piense que tenemos 250 chavales aquí y que cada uno nos sale por unos 500 euros. Haga números y verá.

¿Les afectó la recesión?

Los chicos estaban más nerviosos.

¿Y la gentrifica­ción del Raval?

Viene más gente con dinero, sí, pero los inmigrante­s no se van. Donde antes vivían tres familias, ahora viven cuatro.

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XAVIER CERVERA

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