La Vanguardia

El Tour acomete el asalto a los Alpes tras un inicio tranquilo

El ritmo sostenido del Sky impide aventuras en la primera etapa alpina

- XAVIER G. LUQUE Le Grand Bornand Enviado especial

Ni el encadenado entre Romme y la Colombière, ni la pérdida acumulada por algunos favoritos lanzaron la lucha entre los pesos pesados del Tour 2018. Brillante victoria de Julian Alaphilipp­e en Le Grand Bornand, primer test alpino de este año, pero ninguna diferencia entre los Froome, Quintana, Nibali y compañía. En cambio, la jornada era lo bastante complicada para hacer caer algunos frutos maduros del grupo, algunos elementos quizás perturbado­res en el futuro que ayer no resistiero­n y perdieron un tiempo sensible. El caso más claro, el del colombiano Rigoberto Urán, segundo clasificad­o del Tour 2017, que llegó a la meta con un retraso de 2m36s con respecto al grupo de los favoritos del Tour.

La etapa de contacto con los Alpes no acababa en ninguna cumbre, pero ofrecía terreno sobrado para hacer daño. Un recorrido que incluía el llano de las Glières, con tramo de tierra incluido, donde sólo Froome, entre los jefes de filas, pinchó. Fue poco después del paso por el monumento que recuerda a los mártires de la resistenci­a francesa, una escultura impresiona­nte de 15 metros de altura por una veintena de ancho, pero una bagatela al lado de los 150 metros inhumanos de la cruz del Valle de los Caídos.

La etapa añadía todavía los citados Romme y La Colombière, pero todos fueron afrontados con el ritmo que quiso el Sky. Y en la parte final cayeron las piezas pequeñas del tablero. Urán, Majka (que iba sexto de la general), Mollema, Zakarin... Pero ningún problema para las piezas nobles. Sólo se vio ligerament­e como Valverde perdía contacto con el grupo unos metros antes de coronar La Colombière. Durante unos pocos metros, nada importante. El ciclista murciano explicó que “el ritmo del Sky ha sido muy fuerte y esperábamo­s que en algún momento hubiera ataques, pero no se han producido. Los tres hemos entrado en el grupo, que es lo que cuenta”.

La victoria de Alaphilipp­e, ante la mirada del expresiden­te Nicolas Sarkozy, buen amigo del Tour y ayer presente en el coche de dirección, es la primera del ciclista francés en la carrera, pero es también la confirmaci­ón de la sensaciona­l temporada del Quick Step. Con la de ayer suma ya 50 victorias en 2018, con conquistas tan relevantes como diversas clásicas de Flandes (incluida la reina, De Ronde), más la Flecha Valona y la Lieja, etapas en el Giro y ahora ya tres en el Tour, con las dos anteriores de Gaviria. Para formarse una idea, un equipo con muchos éxitos, como el Movistar, lleva 22. ¡El Quick Step largamente más del doble!

El segundo en la meta, también salido del grupo de atacantes del día, fue Jon Izagirre. El ciclista vasco del Bahrain, el elemento más en forma de los que tienen que ayudar a Vincenzo Nibali, ganó una etapa en el Tour 2016, en Morzine, que es ahora mismo la última del ciclismo español, pues cerró en blanco la edición del año pasado. Pero ayer, aunque lo intentó, no pudo pillar un Alaphilipp­e desbocado que se dedicó a celebrar su victoria a todo trapo en los últimos metros. “Iba pensando en la familia, que me debía estar mirando en aquellos momentos”, explicó emocionado, a punto de lágrima. Alaphilipp­e, además, se ha situado como nuevo rey de la montaña porque pasó en cabeza por cuatro de los cinco puertos del día.

El otro gran vencedor de ayer fue Greg van Avermaet. A la salida de Annecy, el Sky avisaba de que su objetivo del día era situar a Geraint Thomas como nuevo maillot amarillo, dando por hecho que Van Avermaet no aguantaría el ritmo del potente bloque británico. Pero el ciclista del BMC –equipo que ya ha encontrado nuevo patrocinad­or para continuar el año que viene– fue más listo que el Sky. Y se lanzó al ataque, se infiltró en el grupo de escapados del día –no es habitual ver ahí al maillot amarillo- y eso le permitió primero coger una renta amplia y después administra­rla para conservar el liderato. ¿“Por qué no? Todavía me siento fuerte, todavía tengo buenas piernas, y he pensado que era la mejor táctica”, explicó.

Hoy llega la segunda prueba alpina, y esta sí que acaba en una cumbre. La etapa, de Albertvill­e a La Rosière, tiene el estilo clásico que impone el Tour los últimos tiempos: corta y repleta de dificultad­es. Son sólo 108,5 kilómetros y no hay un palmo de terreno de recuperaci­ón. El puerto de Bisanne de salida (km. 26), descenso y subida al inédito collado de Pré (km. 51), encadenado con el Cormet de Roselend (km. 70). Finalmente, descenso y ascensión a meta, en La Rosière. De los cuatro, los más duros son los dos primeros. Terreno idóneo para atacar y dejar algún equipo sin gregarios de cara a la parte final.

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SEBASTIEN NOGIER / EFE Julian Alaphilipp­e fue el vencedor, escapado, en la meta de Le Grand Bornand
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