La distancia de los enemigos
DONALD Trump ha dicho más o menos lo que Don Vito Corleone en El padrino: “Mantén cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos”. Sólo si se entiende el auténtico significado de estas palabras de la novela de Mario Puzo, se podrá comprender que el presidente de Estados Unidos llame enemigos a sus aliados de la UE al mismo tiempo que le dé trato de socio a Vladímir Putin. Winston Churchill le advirtió a un joven parlamentario conservador que no se preocupara de los que estaban enfrente en la Cámara (los laboristas), sino de los que se sentaban detrás (sus compañeros de partido). Al adversario, al rival o al enemigo se le ve venir. El amigo nos sorprende porque confiamos en su lealtad, que en la vida resulta un valor en desuso, pero en política es una virtud inaudita.
Trump ha aclarado que la UE es enemigo comercial “pero eso no significa que sean malos”, para después aclarar que Rusia es enemigo “pero sólo en ciertos aspectos”. La sensación es que conduce por el planeta como un conductor suicida, pensando que no es él quien va en sentido contrario, sino el resto de vehículos que vienen de cara. La competitividad europea es un obstáculo para Estados Unidos (también la china), que ha hecho del proteccionismo el eje de su programa. El America first en un mundo globalizado resulta una receta sin sentido y sobre todo antigua, pues otro magnate sin escrúpulos como Randolph Hearst intentó imponérsela a Franklin D.Roosevelt sin éxito. Pero, además, debilitar a un aliado como la UE, atacar a los socios de la OTAN y despreciar al G-7 es hacerle tres favores en uno a Rusia. Una cosa es aplaudir a los enemigos y otra pasar a jugar en su equipo.
En el Partido Republicano, las condenas a Trump han sido atronadoras. Y el exdirector de la CIA John Brennan ha calificado de “traidor” al presidente.
Habría que recordarle a Trump que Don Vito también decía que cada uno de nosotros es el enemigo de sí mismo.