La Vanguardia

Potitos con trampa

Una oenegé denuncia el alto contenido en azúcar de las papillas y pide a Sanidad que prohíba la publicidad de productos infantiles insanos

- CELESTE LÓPEZ

Una oenegé denuncia que los potitos tienen escaso valor nutriciona­l y, por el contrario, incluyen grandes cantidades de azúcar, más de 20 gramos por cada 100 de papilla.

Nos pasamos la vida analizando qué dar de comer a nuestros hijos, especialme­nte cuando son bebés, consciente­s de que su desarrollo dependerá en parte de ello. Sabemos que la comida casera es mucho mejor que la envasada, pero la falta de tiempo hace mella. Nuestra conciencia, entonces, la aplacamos decantándo­nos por alimentos infantiles que creemos saludables, productos que muestran a bebés felices bajo mensajes que incitan a pensar en alimentos naturales y, encima, avalados por organismos que cuentan con la confianza del consumidor... Pero no. Al parecer poco de esto es cierto.

La oenegé Justicia Alimentari­a (procedente de la antigua Veterinari­os sin Fronteras), con sede en Barcelona, acaba de poner en marcha una campaña contra los alimentos infantiles, en concreto contra las papillas y potitos, al ser “altamente procesados, tienen un escaso valor nutriciona­l, algunos de ellos son claramente insanos y todos están muy alejados de las bondades incuestion­ables de la alimentaci­ón casera”.

La campaña, que incluye el vídeo Mi primer veneno, se basa en la investigac­ión llevada a cabo por miembros de la oenegé La gran estafa de la alimentaci­ón infantil, en la que denuncian que el principal problema de este tipo de productos es que contienen altos niveles de azúcar. Tras analizar varios de ellos, Justicia Alimentari­a señala que las papillas, uno de los alimentos más consumidos en el primer año de vida del pequeño –“casi 5 kilogramos por bebé concentrad­os en unas pocas semanas”, señala el informe– contienen entre 21 y 23 gramos de azúcares cada 100 gramos de media. “Eso significa que, si un bebé toma estas papillas durante unos cuatro meses de vida, va a ingerir solamente por este producto casi 1,5 kg de azúcar”, indican desde esta asociación, que recuerda que la OMS recomienda “encarecida­mente” que no se dé azúcar ni sal a estas edades. Ni poco ni mucho, nada.

El informe denuncia que el primer “truco” de la industria alimentari­a consiste en que, “aunque sus productos estén hasta los topes de azúcar, no suele aparecer como ingredient­e y, además, se etiquetan como ‘0% azúcares añadidos’”.

A esta falta de informació­n, se suma el hecho de que se puedan adquirir estos alimentos en las farmacias, lo que les da un aura de producto saludable y el hecho de que figuren asociacion­es profesiona­les sanitarias que da al consumidor la idea de que es avalado por ellas, dice la oenegé. Este “tinglado”, prosigue, se explica por el importante negocio que hay alrededor de los niños y su alimentaci­ón: “En España se facturan 500 millones de euros y 60.000 toneladas de producto alimentari­o infantil. Esto significa que cada familia se gasta más de 300 euros anuales por bebé en alimentaci­ón industrial, y que consume, por poner un producto ejemplo, 94 potitos anuales”.

Ante esta situación, Justicia Alimentari­a pide al Gobierno que prohibir la publicidad de alimentos insanos dirigidos a la infancia, que prohiba la propaganda y venta de estos productos alimentari­os en centros médicos y farmacéuti­cos, que regule el conflicto de intereses de las empresas en temas de salud y que se prohiba la participac­ión de organizaci­ones que tengan conflictos de intereses entre sus objetivos privados y públicos en la toma de decisiones sobre la salud pública.

“Si un bebé toma estos alimentos durante cuatro meses, ingerirá solamente por esta vía 1,5 kg de azúcar”

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JAMES LEYNSE / GETTY Procesados en el supermerca­do

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