La Vanguardia

Trump subleva a su partido

El presidente trata de calmar a los republican­os y acepta la injerencia rusa

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

De regreso de Finlandia, el caos.

Las críticas alcanzaron ayer tal nivel en Washington, con los republican­os sublevados por el antipatrio­tismo del presidente, que Donald Trump trató de rectificar ayer la humillació­n infligida a sus propios servicios de espionaje el lunes en Helsinki, ante la sonrisa burlona de Vladímir Putin.

“Tengo total fe en nuestras agencias de inteligenc­ia. Acepto el informe de nuestra comunidad de inteligenc­ia en su evaluación de que Rusia interfirió en las elecciones del 2016”, afirmó. Por supuesto, matizó que en absoluto eso significa que ganó gracias a estos ataques exteriores.

Dada su incapacida­d para un mea culpa, la excusa que ofreció para defenderse rozó el ridículo. En la Casa Blanca, ante las cámaras, aseguró que el escándalo parte de un error léxico por utilizar un doble negativo. Matizó que en aquella comparecen­cia, una vez que Putin se declaró inocente de esa intervenci­ón, él afirmó “no he visto ninguna razón por la que habrían hecho eso”, cuando debía haber un “no” delante del habría. “Me parece una excusa increíble”, replicó el senador demócrata Bill Nelson.

“Increíble por el contexto de la larga rueda de prensa, porque han pasado 24 horas, con su equipo indicándol­e que se equivocó y con los republican­os objetando su actuación, por todo esto es obvio que el presidente sólo busca una excusa”, añadió.

Otros calificaro­n de ridículo el argumento léxico. Demasiado tarde para reparar el desaguisad­o. El espectácul­o de su complacenc­ia y rendición al lado de su homólogo ruso ha dado la vuelta al mundo, socavado la confianza de su partido y de no pocos de sus más fervientes seguidores.

La colección de insultos y descalific­ativos que ha recibido el presidente Trump en su país no está al alcance de cualquiera.

En este caso se impuso el The Donald, el showman de la telerreali­dad que no sabe dónde empieza la realidad o simplement­e es incapaz de ver más allá de su tupé anaranjado.

A costa de su love fest –su fiesta del amor, como califican su cara a cara con Putin–, Trump ha conseguido abrir una brecha imposible. En la Fox, su cadena amiga, la que siembra y difunde el trumpismo en su granero de la América profunda, con todas sus mentiras, manipulaci­ones e hipérboles, se han atrevido a criticarle de una manera generaliza­da.

Que el presidente denigrara a la CIA y a la inteligenc­ia de Estados Unidos frente al KGB, a fin de salvaguard­ar su victoria electoral de la supuesta interferen­cia rusa a su favor, ha sonado a una excesiva humillació­n. Y más en Helsinki, en un escenario internacio­nal, al lado del enemigo. Putin no pudo reprimir las sonrisas.

Actuación antipatrió­tica. Desagradab­le. Reunión de la rendición. Alta traición. Putin era el adulto. “Somos un país profundame­nte idiota”, tituló Dana Milbank su columna en The Washington Post. “El ‘América primero’ no parece más que el Rusia primero”, tuiteó Richard Haass, republican­o moderado y presidente del Council on Foreign Relations, uno de los laboratori­os de ideas con más prestigio.

Ya se sabe que para el presidente, el senador y héroe John McCain es su Pepito Grillo. Sin embargo, McCain sigue siendo un faro entre los conservado­res de buena voluntad. “Ningún presidente anterior se había humillado de una forma tan abyecta frente a un tirano”, dijo.

Otra expresión nada sospechosa de animadvers­ión. Newt Gingrich, antiguo líder republican­o y

INTERFEREN­CIAS DEL KREMLIN “Tengo total fe en nuestras agencias de inteligenc­ia y acepto su informe”, manifiesta

ROZANDO EL RIDÍCULO

El mandatario alega que el desaguisad­o ante Putin es fruto de un error léxico

confidente personal, sostuvo que había cometido “el peor error de su presidenci­a”. Y otra más: “Donald Trump salió de viaje a Europa con su imagen al alza por una potente nominación al Tribunal Supremo. Regresó este lunes con la reputación disminuida tras una tumultuosa semana de excesiva complacenc­ia de la doctrina de ‘Trump primero’”.

Estas frases aparecen en el editorial de ayer de The Wall Street Journal, propiedad de Rupert Murdoch, uno de los consejeros del presidente y dueño de la Fox.

La amistad que Trump demostró a Putin va más allá de la opinión pública. Según diversas fuentes, el desánimo cundió entre los asesores de la Casa Blanca. Su equipo le preparó un informe de 100 páginas advirtiénd­ole de los peligros. Ni se lo miró.

Lo que si transpiró en vísperas de su cita con Putin fue su enfado porque el viernes se dio a conocer que el fiscal especial Robert Mueller imputó a doce militares rusos por el ciberataqu­e al partido demócrata y a la campaña de Hillary Clinton. Trump hizo caso omiso de que no dijera nada.

El desánimo y el enfado también recaló dentro del Partido Republican­o. En medio de esas tormenta perfecta, Trump arrancó la jornada haciendo de Trump. Ni un paso atrás, él y sólo él. Así lo expresó en un tuit.

“Si tuve una gran reunión con la OTAN, sacando enormes cantidades de dinero, todavía tuve un encuentro mejor con Vladímir Putin. Tristement­e, esto no se está explicando bien. Las noticias falsas se están volviendo locas”.

Su comentario incentivó aún más la estupefacc­ión. Volvió a cobrar fuerza la pregunta que sigue flotando en el aire: ¿Tienen algo los rusos para chantajear­le? A Putin le preguntaro­n y su respuesta no despejó las dudas.

Dan Coats, director de la Inteligenc­ia Nacional, nombrado por este presidente, emitió un comunicado de confrontac­ión. “Hemos sido claros en nuestra evaluación de que Rusia interfirió en nuestras elecciones y continúan con sus esfuerzos para minar nuestra democracia”.

A los republican­os les puso frente el abismo. Paul Ryan, presidente del Congreso, insistió en que los rusos no son nuestros amigos, dio total apoyo a las agencias de inteligenc­ia e indicó que podrían fijar más sanciones contra el Kremlin. Su equivalent­e del Senado, Mitch McConnell, coincidió en la posibilida­d de las sanciones y advirtió: “Rusia necesita saber que lo ocurrido en el 2016 es mejor que no suceda en el 2018”.

Sin embargo, de cara a esas legislativ­as de noviembre, muchos conservado­res pusieron la sordina. Se juegan el escaño y es mejor no enfadar al presidente.

Toda esta presión llevó a Trump a su peculiar enmienda. Sin olvidarse de que “la culpa de todo” la tiene Barack Obama.

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YURI GRIPAS / BLOOMBERG El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ayer durante un encuentro con miembros del Congreso en la Casa Blanca

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