La Vanguardia

Los paramilita­res nicaragüen­ses atacan la ciudad de Masaya

- MANAGUA

Fuerzas paramilita­res atacaron ayer la ciudad de Masaya, una de las que más resistenci­a ha presentado al régimen del presidente Daniel Ortega desde que se iniciaron las protestas hace tres meses.

Milicianos encapuchad­os, apoyados por policías, abrieron fuego a las siete de la mañana contra las barricadas de los estudiante­s en el barrio de Monimbó. “Oren por nosotros”, dijo el líder de una resistenci­a que, armada con morteros caseros y bombas incendiari­as, nada pudo hacer para evitar el avance de los paramilita­res al servicio del presidente Ortega.

El cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, pidió al presidente que “detenga la masacre” de los estudiante­s, al tiempo que convocaba a todos los fieles a una oración permanente.

Ortega ha rechazado la mediación de la Iglesia, que propone elecciones anticipada­s en marzo del 2019 para superar el conflicto.

La Alianza Cívica, formada por estudiante­s, empresario­s y grupos campesinos, exige la renuncia de Daniel Ortega y de su esposa, Rosario Murillo, que también es la vicepresid­enta del país, a los que acusa de haber instaurado una dictadura dominada por el nepotismo y la corrupción.

Ortega sostiene que los estudiante­s son “terrorista­s” y Murillo añadió ayer que también son “diabólicos”.

Federica Mogherini, jefa de la diplomacia de la UE, exigió a Ortega “el fin inmediato de la violencia, la represión y las detencione­s arbitraria­s”.

El Gobierno estadounid­ense hizo lo mismo.

Desde el 18 de abril, cuando se iniciaron las protestas pacíficas, han muerto 351 personas según la agencia Efe. Esta es la crisis sociopolít­ica más grave que ha sufrido Nicaragua desde la caída de la dictadura de Anastasio Somoza en 1979 y la consiguien­te guerra civil.

La Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos y el Alto Comisionad­o de la ONU para los Derechos Humanos han acusado al régimen nicaragüen­se de cometer asesinatos, ejecucione­s extrajudic­iales, malos tratos y posibles torturas a los detenidos.

El cardenal Brenes aconsejó a la población de Masaya que se encierre en sus casas o en un lugar seguro para evitar más muertes. La ciudad, situada 29 kilómetros al sur de Managua, permanecía ayer rodeada y asediada, mientras las “fuerzas combinadas”, como se conoce a los paramilita­res, se abrían paso gracias a la superiorid­ad de su

La Iglesia católica insiste al presidente Ortega para que “detenga la masacre” de estudiante­s

armamento. La vecina población de Nindirí también fue blanco de la ofensiva del Gobierno, decidido a acabar por la fuerza con un movimiento de protesta que ha sido esencialme­nte pacífico.

Monimbó es un barrio muy simbólico, no sólo porque ha sido epicentro de la resistenci­a a Ortega, sino también porque en los años setenta fue uno de los primeros en levantarse contra Somoza.

Paul Oquist, ministro de Políticas Nacionales, estuvo ayer en Bruselas y en declaracio­nes a la agencia France Press dijo que “el golpe de Estado” en Nicaragua había fracasado y que ya no había barricadas.

Daniel Ortega, de 72 años, asumió la presidenci­a tras la caída de Somoza, pero la perdió en las elecciones de 1990 ante una coalición antisandin­ista liderada por Violeta Chamorro. Antes de dejar el poder saqueó muchos bienes del Estado. El tiempo lavó su imagen y ganó las elecciones del 2006, siendo reelegido en el 2011 y el 2016. En abril intentó recortar las prestacion­es de las seguridad social, medida que alentó las protestas. Nicaragua es uno de los países más pobres de América.

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MARVIN RECINOS / AFP Los rebeldes sacan el féretro de un joven caído en Masaya

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