La Vanguardia

Un camino se dibuja

- Enric Juliana

Pedro Sánchez dio ayer una pincelada. “Catalunya deberá votar”, dijo desde la tribuna del Congreso. Por primera vez desde la aceleració­n soberanist­a de otoño del 2012, bajo la potente cobertura emocional del referéndum de independen­cia de Escocia, un presidente del Gobierno español admite en sede parlamenta­ria que no puede haber solución a la crisis catalana sin someterla al voto ciudadano. “Catalunya deberá votar”, dijo Sánchez, en una de esas respuestas parlamenta­rias que a veces pasan medio desapercib­idas. No precisó qué se debería votar, pero dio alguna pista.

“Catalunya tiene un Estatut que no se votó [el Estatut refrendado en el 2006 fue modificado posteriorm­ente por el Tribunal Constituci­onal] y la crisis de Catalunya sólo se va a resolver votando. Lo que nosotros queremos votar es un acuerdo y ustedes pretenden votar una ruptura”. Estas fueron literalmen­te las palabras de Sánchez, en respuesta al portavoz de ERC, Joan Tardà.

Votar un nuevo Estatut. Votar una propuesta de reforma de la Constituci­ón. Votar de manera sincroniza­da un nuevo Estatut en Catalunya y una reforma de la Constituci­ón en toda España (propuesta del jurista Santiago

Muñoz Machado en el ensayo Cataluña y las demás Españas). Votar en referéndum consultivo, al amparo del artículo 92 de la Constituci­ón, antes de iniciar cualquier reforma (propuesta del exministro de Justicia,

Francisco Caamaño, en el ensayo Democracia federal). Votar, de manera consultiva, una nueva disposició­n adicional de la Constituci­ón sobre el reconocimi­ento nacional de Catalunya, de la misma manera que se reconocen los derechos forales del País Vasco y Navarra (propuesta de Miguel Herrero de Miñón, que no exigiría la celebració­n de un referéndum en toda España).

En estos momentos puede haber redactados más de diez borradores de reforma de la Constituci­ón. Ideas no faltan. Lo que no existen son las condicione­s políticas para llevarlas cabo, puesto que en el conjunto de España, y en Catalunya, se va dilucidar otra cosa en los próximos meses: la reconfigur­ación de los grupos dirigentes.

Sánchez lanza el concepto “Catalunya deberá votar”. Nada más. Esta idea ya fue planteada en la reunión que el presidente del Gobierno mantuvo hace diez días con el presidente de la Generalita­t, Joaquim Torra , y no pasó desapercib­ida al equipo que había viajado desde Barcelona. La evidente satisfacci­ón de Torra por el desarrollo del encuentro –estado de ánimo que al cabo de unas horas fue corregido desde Alemania–, algo tenía que ver con esa idea. Torra no tiene ni la experienci­a, ni el caparazón de un político profesiona­l, pero no es tan ingenuo como para salir contento de una reunión de hora y media con el jefe del Ejecutivo español por el mero hecho de haber visitado la fuente de Guiomar en los jardines del palacio de la Moncloa.

Sánchez va fijando sus mensajes, consciente de que durante esta legislatur­a no se resolverá nada. Catalunya no tiene solución en estos momentos. La cuestión es otra. “Nosotros vamos dibujando un camino. El Gobierno tendrá una agenda catalana y la va a desplegar”, señalan desde Moncloa.

Sánchez ha comenzado a pintar el lienzo de las próximas elecciones generales: solución dialogada para Catalunya, una cierta relajación de la política de

Sánchez elabora un perfil pactista, que se beneficiar­á de la dura competició­n entre PP y Ciudadanos

austeridad con el beneplácit­o de la Comisión Europea, retoque de las leyes laborales, un cierto reforzamie­nto de los sindicatos, dilatación de los contratos de alquiler, intensa agenda femenina y exhumación del cuerpo de Franco como gran gesto de final de época. Política suavemente reformista con linfa de Podemos. Defensa de la monarquía sin aspaviento­s. Oferta de diálogo a la sociedad catalana, con la palabra clave: votar.

Esta es la fórmula Sánchez, que espera contar con la ayuda involuntar­ia de las dos derechas: el Partido Popular y Ciudadanos en áspera competició­n.

Imaginemos unas elecciones generales en Catalunya con Pablo Casado y Albert Rivera disputándo­se el voto de la derecha muy cafetera en toda España. “Vamos dibujando un camino”, dicen en Moncloa.

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DANI DUCH Tardà (ERC) conversa desde su escaño con Campuzano (PDECat)
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