Borràs, la metáfora
Que Europa empieza a tener un problema con la extrema derecha, es una evidencia. Que en España el problema existe, eficazmente blanqueado durante la transición, también. Que en Catalunya está estallando de forma virulenta, empieza a ser indiscutible. Resumido: la extrema derecha ha vuelto al continente con fuerza, se ha desacomplejado en España, y ha recuperado la patita violenta contra el proceso catalán.
La última víctima, el periodista Jordi Borràs, que sufrió una agresión por parte de un hombre que, al reconocerlo, empezó a golpearlo mientras gritaba el clásico “Viva España, viva Franco”. Cuando la gente intentó impedir la agresión, el hombre mostró un carnet de policía nacional, confirmado desde el mismo cuerpo policial, que le ha abierto expediente informativo. La agresión ha dejado a Borràs con la nariz rota y heridas en la cara. Ciertamente se trata de un caso perpetrado por una sola persona, y podría considerarse aislado, pero los indicadores recientes disparan las alarmas y las causas tienen nombres y apellidos. ¿Por qué y cómo ha crecido la extrema derecha en Catalunya?
La primera causa es meridiana: la impunidad
La extrema derecha que llegó a Catalunya en los últimos tiempos, ni ha sido fichada, ni controlada
con la que ha podido actuar siempre en España, amparada en la comprensión e incluso protección de muchos sectores ideológicos españoles, que la han visto como un simple “exceso”, no en balde venían todos ellos del franquismo. Si, además, el mismo franquismo se mantiene enaltecido, los herederos disfrutan de privilegios vergonzantes, y el dictador tiene un mausoleo a mayor gloria, queda claro que no resultan un problema prioritario para la democracia española. Y, además, disfruta de simpatías añadidas por su odio al soberanismo catalán. A esta impunidad atmosférica, hay que añadir la impunidad física de los últimos meses, gracias al operativo Minerva que activó el 155, y que tuvo efectos letales para luchar contra la extrema derecha: se desmantelaron los operativos que luchaban contra el fenómeno fascista, se dirigieron a perseguir y criminalizar los CDR y, en paralelo, se reforzaron las sedes de los partidos españolistas, para dar la imagen que la violencia era independentista. El resultado es que la extrema derecha que ha llegado a Catalunya en los últimos tiempos, ni ha sido fichada, ni controlada, ni monotorizada, aunque se sabe que ha habido una infiltración importante desde el 1 de octubre.
Finalmente, el relato de violencia que hacen algunos notorios líderes del españolismo desde Ciudadanos y PP, especialmente cuando se ríen de los presos o animan a arrancar lazos amarillos o se inventan una Catalunya “racista” y violenta, ayuda a crear un discurso de odio que, sin duda, tiene efectos en los sectores más radicales. No dudo, por ejemplo, que los lazos arrancados en el Parlament por los Carrizosa de turno, son nutrientes para la pólvora. Daudet decía que el odio era la cólera de los débiles. Algunos lo han convertido en inspiración política.