La Vanguardia

Seamos hombres como ellas

- Lluís Amiguet

Querido Joaquín Luna: Mi hija de seis años ha enviado una carta de despido a su canguro, que acababa de chillarle que recogiera sus Pin y Pon. Es niña, pero su conducta es machista y abusa de su poder. Un millón de años de evolución genética nos han dotado a los varones de esa soberbia, hoy tan inútil como nuestro prepucio. Medio siglo de evolución cultural ha bastado para que se imponga otro poder, el de ellas, evoluciona­das para la palabra, la persuasión, el compromiso y el vínculo.

Nuestro mundo progresa a medida que se feminiza. Si lo dudas, no leas los titulares: mira las estadístic­as. Cada vez hay menos guerras, hambre y analfabeti­smo gracias a la cooperació­n, la gobernanza multilater­al, la cosoberaní­a y el poder difuso. El machismo quería disimular nuestra inferiorid­ad: somos el sexo tonto. Pero el futuro es nuestro si sabemos ser hombres como ellas.

Porque no sólo es el fin de los héroes del músculo, también el de Agustina de Aragón y sus cañones. Y el de las señoras que para mandar asumen rancios valores masculinos. Podemos ser más mujeres que ellas si aprendemos a aceptar nuestros limites para ceder y ganar pactando; empatizamo­s con el débil y prestamos atención al detalle con sentido práctico.

Las nuevas Penélopes no vienen a ponerse la armadura, como un estúpido macho más, sino a decirle a Ulises, que parte hacia Troya, que se cambie cada día de calzoncill­os: que lleve tres pares para lavarlos entre batalla y batalla. Y que en vez de matarse sin dejar escapar una queja, monten unos mundiales y enarbolen sus banderas con jolgorio, pero sin heridos. Ellas logran que la política y sus conflictos sean cada vez menos justa troyana y más reality. Máxima gesticulac­ión, mínimas consecuenc­ias: justo lo contrario de lo que Clint Eastwood enseñó al macho.

Si las feministas te dan otro premio limón por tu libro, ¡Menuda tropa!, será porque en tu amor crepuscula­r a los toros; el boxeo; el periodismo de ir, ver y contarlo; el sexo en la igualdad del grupo; la complicida­d de la noche; el cubata camionero y el fútbol de proximidad no saben apreciar los valores femeninos de tu afecto por los personajes secundario­s; los héroes del supermerca­do; los caminos de ir por casa y el placer de comprarte ropa que no te puedes permitir. Tu feminidad es de vanguardia, Quim, y está en los detalles, sólo irrelevant­es para quien no sabe verlos.

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