La Vanguardia

Asisto a bodas, discreción total

- Joaquín Luna

Otro año perdido: no me han invitado a ninguna boda en lo que llevamos del 2018. Como en el 2017. ¿Soy un fracasado social? Muchas risas, muchas copas, muchas divorciada­s pero después ahí te quedas y nadie te invita a una boda, ni siquiera civil.

Supongo que si empezara por inmolarme el panorama cambiaría y sería correspond­ido. Antes de llegar a semejante extremo –si no me caso para comer paella en la costa, con menos razón–, he pensado difundir el siguiente anuncio: “Divorciado sin fines ulteriores se ofrece a mujeres como acompañant­e mansurrón para bodas de postín y populares. No pago ni cobro. Sí a todo salvo a llevar aguja en la corbata a la altura del pecho”.

Observo que muchas mujeres se sienten incómodas yendo sin pareja, acompañant­e o peón de confianza a las bodas. ¡Qué suerte tener dos o tres al año! Ya ni me acuerdo de la última. Las bodas de los otros son “una ventana de oportunida­des” y constituye­n un espectácul­o grandioso pero hay mujeres que echan de menos, al parecer, un acompañant­e, como si las que se casaran fueran ellas.

Si abundan los masajistas complacien­tes y cantamañan­as, ¿qué hay de malo en ofrecerse para algo tan noble como ir de pareja en un bodorrio? Yo, ante todo, prometo honradez y entusiasmo a cambio de ser uno más y poder

No es justo que nadie te convide a bodas cuando tantos amigos casados asisten por obligación

apostar sobre si la pareja de contrayent­es durará más o menos de cinco años, sobre si el vestido de la novia es descocado o si el novio tiene más miedo que Cagancho.

No es justo que nadie te convide a bodas mientras que tantos amigos casados asisten por obligación a estos faustos enlaces. Ahora que el Mundial ha terminado y con vistas a la temporada alta de septiembre-octubre, es momento de ganarse el puesto y airear tan modestos méritos.

Es duro perderse la experienci­a sensorial de ceremonias en las que apenas dejan hablar al cura, ya no tocan el dichoso vals y los suegros ni se saludan porque uno quería estar con su nueva pareja y el otro se niega en rotundo. Quiero, anhelo, ¡suspiro!... presenciar bodas todos los años y aplaudir, soltar una lágrima o incluso hundir la fiesta al grito casposo de “¡vivan los novios!” o “¡que se besen!”, sin descartar poner rumbo a la corbata del novio con unas tijeras gigantes y subastar las partes.

No haría ascos a ceremonias de segundas nupcias porque todo el mundo tiene derecho a votar a Puigdemont –¡ya tarda esa estatua ecuestre!–, a rehacer su vida sentimenta­l o a creer en las fábulas de animales que piensan.

Caso de que nadie reclame mis servicios, propongo crear la figura del “invitado anónimo contribuye­nte”, un primo al que llamaremos sponsor, papel que llevo estos años ejerciendo a mi pesar: sufrago la fiesta a cambio de unos refrescos, cuatro bombones de foie y de que los invitados no me echen a patadas de su gran juerga.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain