La Vanguardia

Dos mujeres y un destino

- Francesc Peirón

El correspons­al de un diario de Madrid, excelente periodista y mejor colega, exclama: –¡Qué les dais en Barcelona! En el escenario de un auditorio de la Universida­d de Nueva York –al completo, ¿400 asistentes?–, la alcaldesa Ada Colau sólo puede sentirse halagada por el buen cartel del que goza su ciudad.

El ambiente es joven y progre. En el entarimado está Colau sentada al lado de Alexandria Ocasio-Cortez, de 28 años, origen hispano, el aire más fresco entre los demócratas estadounid­enses. Tiene casi asegurado su escaño en el Congreso en noviembre –será la mujer más joven que ha llegue al Capitolio de Washington–, después de golear en las primarias a uno de los legislador­es más poderosos en su partido.

A una y la otra las reúne, en esta velada del lunes, su capacidad para remar a contracorr­iente del establishm­ent. Su capacidad de rechazar el status quo facilita el abrazo combativo de Ada Colau y Alexandria Ocasio-Cortez.

El público las recibe con una ovación y un jolgorio más propio de la estrellas del rock & roll.

Amy Goodman, la conductora y cofundador­a del programa Democracy Now, las presenta. “Una es la primer alcaldesa de Barcelona y la otra ha provocado un seísmo en Estados Unidos”. Las dos sintonizan la misma onda. Se nota que hay cercanía tras haber crecido en la forja del activismo.

Coinciden en la crítica a la socialdemo­cracia como factor que ha impulsado el nacionalis­mo del trumpismo en EE.UU. o el resurgimie­nto del fascismo en el Viejo Continente. Conjugan con idéntica repulsión el inmoral trato del presidente Trump a los inmigrante­s, separando a los niños de sus familias. Aquí, sin embargo, Colau, alcaldesa de una metrópolis de acogida, sube la puja.

“Europa incluso es peor que la política de Trump. Este separa familias, pero en Europa se condena a morir en el Mediterrán­eo”.

Ocasio-Cortez acoge orgullosa que se la llame socialista, que consiste “en no dejar ningún pobre atrás, no hay otro movimiento por la dignidad en este país”, dice. “He ido al territorio a expresarme contra el cinismo de la política, hablando de lo que preocupa a la gente”, subraya.

Colau, que hace un rato, en la tribunal global de la ONU ha acusado a los especulado­res de acabar con la vida de las ciudades, remarca que no sólo es la primera alcaldesa. “Soy de familia humilde, trabajador­a. Siempre habían gobernado las élites aunque fueran de izquierdas”, recalca.

En primera fila se sienta Ernest Maragall, hoy conseller, pero uno de los principale­s concejales de Barcelona cuando Colau iba por la calle arremetien­do contra el gobierno de la ciudad. Maragall, que también ha participad­o en la ONU, se va antes de hora. Tiene cita con un grupo de catalanes. Ve frustrado su intento de entregar un regalo a Ocasio-Cortez. Al final, otra persona le da a uno de sus asesores el libro Dies que duraran anys (versión en inglés), de Jordi Borràs, sobre el 1-O. Al otro lado del Atlántico, y sólo hace unas horas, un intolerant­e agredió a Borràs.

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MIGUEL RAJMIL / EFE Alexandria Ocasio-Cortez, candidata demócrata al Congreso, sigue con atención las considerac­iones de la alcaldesa Ada Colau
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