La Vanguardia

Literatura que se desboca

El caballo de la compañía teatral Antigua y Barbuda ,de Mataró, y David Monteagudo, cuyos últimos dos libros confirman que es un narrador inclasific­able

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Hay novelas que avanzan con el paso lento pero firme de un percherón. Otras son ágiles como un hispanoára­be. Pequeñas como un poni o grandes como un shire. Rústicas como un asturcón, elegantes como un cartujano, resabiadas como un lusitano, ariscas como un mustang... También hay novelas que corcovean y asustan al lector, que desmonta al primer trotecillo, incapaz de habituarse a la montura.

Y luego están las novelas de David Monteagudo.

Las obras de este autor inclasific­able, que muchos etiquetan como un referente de la narrativa fantástica y la ciencia ficción, son como el caballo de la foto, uno de los ingenios mecánicos de la compañía de teatro Antigua y Barbuda, de Mataró. El galope de este clavileño gigante, que reproduce los movimiento­s de un equino de verdad, hipnotiza al público. Las páginas de Monteagudo, que atrapan desde la primera línea, también son hipnóticas y turbadoras. Tanto como los faros de un automóvil para un conejo en la noche. Así lo confirman sus dos últimas obras: Cró- nicas del amacrana (Rayo verde) y Hoy he dejado la fábrica (Rata, o :Rata_, como la editorial prefiere que se transcriba el nombre).

David Monteagudo ha dedicado sus obras a amigos como el poeta y crítico Jordi Llavina, a sus padres y a sus hijos, Lluís y David. Este escritor, a quien Pepe Rubianes reconocerí­a como galaicocat­alán, sólo se ha casado con una persona, su mujer Olga, a la que por supuesto también ha dedicado varios de sus libros. Pero no se casa con nadie más. Publicó sus primeros títulos en Acantilado, que hoy dirige la viuda del añorado Jaume Vallcor- ba. Podría haber seguido allí, compartien­do editorial con otros autores maravillos­os, como Adam Zagajewski. Pero en el 2015 no dudó en cambiar de aires con la muy recomendab­le Invasión (Candaya). Y así sigue, enriquecie­ndo los fondos de pequeñas grandes editoriale­s y sorprendie­ndo a los lectores.

Crónicas del amacrama es un paso adelante en ese camino que inauguró con Fin, el fogonazo con el que deslumbró, a los 47 años. Hoy

he dejado la fábrica explica el porqué de ese tardío debut, con confesione­s de “un escritor cincuentón, calvo, bajito y rechoncho”, y páginas que parecen el inicio de una esas novelas que transforma­n un paseo en una cabalgadur­a aparenteme­nte tranquila en un galope encabritad­o, imparable y adictivo.

Mientras esperaba su inminente desembarco en la cabalgata de los Reyes Magos, el ser mecánico de la compañía Antigua y Barbuda estuvo almacenado en la Fira de Barcelona. Su presencia imponente reinaba en una nave cuando de repente el viento movió sus cascos. El cronista se sobresaltó porque pensó que la criatura cobraba vida.

Así es la escritura de David Monteagudo.

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CÉSAR RANGEL El ingenio mecánico de la compañía teatral Antigua y Barbuda, en una nave de la Fira de Barcelona
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